sábado, 16 de abril de 2022

 

EL PACTO DE MUNICH

Alfredo Pastor Ugena

 

En la noche del 29 al 30 del mes de septiembre de 1938, Francia, Inglaterra Alemania e Italia firmaron en la ciudad alemana de Munich un pacto decisivo en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Acordaron entregar a Alermania parte de Checoeslovaquia, que quedó mutilada, y ciertos territorios de Polonia y Hungría. el objeto era, en principio, el  de solucionar la Crisis de los Sudetes, en Checoeslovaquia.

El ministro inglés Chamberlain  y el francés Daladier tuvieron que aceptar las demandas de Hitler para ocupar esta región de habla alemana, permitiendo la desmembración de este país donde vivían muchos alemanes, satisfaciendo así las demandas expansionistas del Tercer Reich, cuya  experiencia más cercana fue el Anschlus (“anexión”) de Austria por Alemania.

(“Antes de abandonar Munich, Hitler y Chamberlain firmaron un documento en el que declaraban su deseo de garantizar la paz mediante la consulta y el diálogo. Daladier y Chamberlain fueron bienvenidos en París y Londres por multitudes eufóricas que les saludaban como salvadores de la paz. Chamberlain proclamó que traía "la paz con honor, la paz de nuestro tiempo". La realidad pronto mostró a lo que había llevado la política de apaciguamiento de Chamberlain, en marzo de 1939, Hitler invadió lo que quedaba del inerme estado checoslovaco. Los acuerdos de Munich se convirtieron en el símbolo de la inutilidad de los esfuerzos por apaciguar a estados totalitarios expansionistas”).

Churchill, el dirigente inglés, manifestó ante este pacto: hemos sufrido una derrota absoluta y total. No estaba equivocado, los alemanes entraron el 1 de octubre  en Checoeslovaquia y un año después, el 1 de septiembre de 1939, entraban en Polonia iniciándose la Segunda Guerra Mundial.😊

En el fondo, el Pacto de Munich fue un acto de sometimiento, de cesión ante la fuerza bruta, de concesión al pacifismo. Hitler quería una aprobación formal de sus planes antes de proceder a la invasión de Checoeslovaquia. El carácter del ultimátum que puso sobre la mesa de negociación, es que las potencias democráticas lo firmaran y así la guerra  se alejaba.

Es conveniente recordar que Checoeslovaquia surgió como nación el 28 de octubre de 1918, inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, por el Tratado de Saint-Germain, firmado once meses después donde las potencias vencedoras reconocían su independencia.

Esta nueva nación era un conglomerado de pueblos diferentes englobados desde el S. XVI en el amplio imperio Austro-húngaro, donde los súbditos de raza germánica tuvieron que sufrir las consecuencias de la derrota y quedaron convertidos, pese a la riqueza industrial de su región, en los parias del nuevo Estado.

Hitler, canciller de Alemania desde 1933 estaba empeñado en conseguir un nuevo “espacio vital”, decidiendo en el verano de 1938 ocupar la región de los Sudetes. Señalaba éste que “los checos maltrataban a los alemanes que allí vivían y los trataban como a negros”. En el fondo Hitler no sólo aspiraba a ocupar los Sudetes sino toda Checoeslovaquia, muy industrializada; jugaba con el miedo de Europa a su militarismo expansionista.

Lamentablemente, pero necesario, para Gran Bretaña y Francia este acuerdo era el mal menor, el sacrificio que imponía la conservación de la paz. “Había que parar los pies a Hitler y dado que éste no respondía a razones de lógica ni de ética-y el supremo recurso de la guerra se desechaba- no quedaba más remedio que ofrecer una parte de la tarta al ogro para que renunciase al resto.

 


(“Antes de abandonar Munich, Hitler y Chamberlain firmaron un documento en el que declaraban su deseo de garantizar la paz mediante la consulta y el diálogo. Daladier y Chamberlain fueron bienvenidos en París y Londres por multitudes eufóricas que les saludaban como salvadores de la paz. Chamberlain proclamó que traía "la paz con honor, la paz de nuestro tiempo". La realidad pronto mostró a lo que había llevado la política de apaciguamiento de Chamberlain, en marzo de 1939, Hitler invadió lo que quedaba del inerme estado checoslovaco. Los acuerdos de Munich se convirtieron en el símbolo de la inutilidad de los esfuerzos por apaciguar a estados totalitarios expansionistas”).

Los representantes de Checoslovaquia, a los que no permitieron tomar parte en la conferencia —a la cabeza de los cuales se hallaba el entonces presidente checoslovaco Edvard Benes— se sintieron traicionados. Por este motivo, los checos llamaron a los acuerdos la traición de Múnich y no aceptaron las decisiones tomadas allí.

Los planes de Hitler eran en el fondo, no sólo anexionarse los Sudetes sino convertir toda Bohemia y también Moravia en un protectorado alemán, recordando a los dirigentes de Gran Bretaña y Francia el problema de las minorías polaca y húngaras en tierra checa. Luego, representando el papel de hombre justiciero, que tanto le agradaba, pidió se le reconociera el derecho a actuar en favor de aquellos grupos cuando fuera preciso.

Para los nacionalistas alemanes más exaltados, el compromiso de Hitler con las democracias más fuertes fue visto, en cierto modo, como una prueba de debilidad. Los más moderados confiaban en su jefe, porque ese hombre “carismático e infalible sabía muy bien lo que hacía. Les había prometido un milenio de grandeza y de felicidad y no los defraudaría por culpa de unos papeles redactados por un inglés falsario y por un malintencionado francés.”

Los “Fascios” de Italia se mostraron muy satisfechos por el digno papel de árbitro representado por su Duce en Munich. Comprobaron que las relaciones con el tercer Reich se habían estrechado un poco más, sin aflojar los lazos con otras naciones, pues a los italianos les agradaba mucho mantener buenas relaciones con todos. Por otra parte pensaban que si Hitler iba a conseguir los Sudetes por el hecho de existir allí una comunidad germana, ¿por qué no iban a conseguir ellos Albania donde viven también muchos italianos?

La Unión Soviética manifestó su rechazo a los Acuerdos de Múnich, así como a sus consecuencias, principalmente por no haber estado presente durante las negociaciones​ y por haber percibido en esta exclusión un gesto de Gran Bretaña y Francia donde estos países mostraban más voluntad de colaboración con Alemania que con la Unión Soviética.

La diplomacia soviética consideró los Acuerdos de Múnich como un complot de los occidentales con el nacionalsocialismo, con el objetivo de aislar a la Unión Soviética y lanzar a la Alemania nazi contra ella , como así sucedió el 20 de junio de 1941.

El fracaso de la diplomacia de la URSS con las potencias occidentales, así como la visible negativa de éstas a enfrentarse directamente con Hitler o Mussolini, supuso que Stalin iniciara el progresivo acercamiento soviético a Alemania para así evitar que el renovado poderío bélico alemán se lanzara contra la URSS.

Este acercamiento finalizaría con la firma del Pacto Mólotov (ruso) y Ribbentrop (alemán), del 23 de agosto de 1939, conocido como Pacto germanosoviético. Era la hipotética jugada maestra de Stalin que lanzaría a los alemanes contra el Oeste, en vez de contra el Este, pero fue durante poco tiempo.





Unos días más tarde, los soldados rusos y alemanes (unos por Oriente y otros por Occidente) cruzaban las fronteras de Polonia, mientras Gran Bretaña y Francia, protectoras del país invadido declaraban la guerra al Tercer Reich

.El Pacto de Munich no había parado las ansias expansionistas e imperialistas de Hitler. Comenzaban los horrores de la Segunda Guerra Mundial, donde, a lo largo de su transcurso, dos totalitarismos, el ruso y el alemán, acabarían de una u otra forma con millones de personas.