EL PACTO DE MUNICH
Alfredo Pastor Ugena
En la noche del 29 al 30 del mes de septiembre de 1938,
Francia, Inglaterra Alemania e Italia firmaron en la ciudad alemana de Munich
un pacto decisivo en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Acordaron entregar
a Alermania parte de Checoeslovaquia, que quedó mutilada, y ciertos territorios
de Polonia y Hungría. el
objeto era, en principio, el de
solucionar la Crisis de los Sudetes, en
Checoeslovaquia.
El ministro inglés Chamberlain y el francés Daladier tuvieron que aceptar
las demandas de Hitler para ocupar esta región de habla alemana, permitiendo la
desmembración de este país donde vivían muchos alemanes, satisfaciendo así las
demandas expansionistas del Tercer Reich, cuya
experiencia más cercana fue el
Anschlus (“anexión”) de Austria por Alemania.
(“Antes de abandonar
Munich, Hitler y Chamberlain firmaron un documento en el que declaraban su
deseo de garantizar la paz mediante la consulta y el diálogo. Daladier y
Chamberlain fueron bienvenidos en París y Londres por multitudes eufóricas que
les saludaban como salvadores de la paz. Chamberlain proclamó que traía
"la paz con honor, la paz de nuestro tiempo". La realidad pronto
mostró a lo que había llevado la política de apaciguamiento de Chamberlain, en
marzo de 1939, Hitler invadió lo que quedaba del inerme estado checoslovaco.
Los acuerdos de Munich se convirtieron en el símbolo de la inutilidad de los
esfuerzos por apaciguar a estados totalitarios expansionistas”).
Churchill, el dirigente inglés, manifestó ante este pacto: hemos sufrido una derrota absoluta y total.
No estaba equivocado, los alemanes entraron el 1 de octubre en Checoeslovaquia y un año después, el 1 de
septiembre de 1939, entraban en Polonia iniciándose la Segunda Guerra Mundial.😊
En el fondo, el Pacto de Munich fue un acto de sometimiento,
de cesión ante la fuerza bruta, de concesión al pacifismo. Hitler quería una
aprobación formal de sus planes antes de proceder a la invasión de
Checoeslovaquia. El carácter del ultimátum que puso sobre la mesa de
negociación, es que las potencias democráticas lo firmaran y así la guerra se alejaba.
Es conveniente recordar que Checoeslovaquia surgió como
nación el 28 de octubre de 1918, inmediatamente después de la Primera Guerra
Mundial, por el Tratado de Saint-Germain, firmado once meses después donde las
potencias vencedoras reconocían su independencia.
Esta nueva nación era un conglomerado de pueblos diferentes
englobados desde el S. XVI en el amplio imperio Austro-húngaro, donde los
súbditos de raza germánica tuvieron que sufrir las consecuencias de la derrota
y quedaron convertidos, pese a la riqueza industrial de su región, en los
parias del nuevo Estado.
Hitler, canciller de Alemania desde 1933 estaba empeñado en
conseguir un nuevo “espacio vital”, decidiendo en el verano de 1938 ocupar la
región de los Sudetes. Señalaba éste que “los
checos maltrataban a los alemanes que allí vivían y los trataban como a negros”.
En el fondo Hitler no sólo aspiraba a ocupar los Sudetes sino toda
Checoeslovaquia, muy industrializada; jugaba con el miedo de Europa a su
militarismo expansionista.
Lamentablemente, pero necesario, para Gran Bretaña y Francia
este acuerdo era el mal menor, el sacrificio que imponía la conservación de la
paz. “Había que parar los pies a Hitler y dado que éste no respondía a razones
de lógica ni de ética-y el supremo recurso de la guerra se desechaba- no
quedaba más remedio que ofrecer una parte de la tarta al ogro para que
renunciase al resto.
(“Antes de abandonar
Munich, Hitler y Chamberlain firmaron un documento en el que declaraban su
deseo de garantizar la paz mediante la consulta y el diálogo. Daladier y
Chamberlain fueron bienvenidos en París y Londres por multitudes eufóricas que
les saludaban como salvadores de la paz. Chamberlain proclamó que traía
"la paz con honor, la paz de nuestro tiempo". La realidad pronto
mostró a lo que había llevado la política de apaciguamiento de Chamberlain, en
marzo de 1939, Hitler invadió lo que quedaba del inerme estado checoslovaco.
Los acuerdos de Munich se convirtieron en el símbolo de la inutilidad de los esfuerzos
por apaciguar a estados totalitarios expansionistas”).
Los representantes de Checoslovaquia, a los que no
permitieron tomar parte en la conferencia —a la cabeza de los cuales se hallaba
el entonces presidente checoslovaco Edvard Benes— se sintieron traicionados.
Por este motivo, los checos llamaron a los acuerdos la traición de Múnich y no aceptaron las decisiones tomadas allí.
Los planes de Hitler eran en el fondo, no sólo anexionarse
los Sudetes sino convertir toda Bohemia y también Moravia en un protectorado
alemán, recordando a los dirigentes de Gran Bretaña y Francia el problema de
las minorías polaca y húngaras en tierra checa. Luego, representando el papel
de hombre justiciero, que tanto le agradaba, pidió se le reconociera el derecho
a actuar en favor de aquellos grupos cuando fuera preciso.
Para los nacionalistas alemanes más exaltados, el compromiso
de Hitler con las democracias más fuertes fue visto, en cierto modo, como una
prueba de debilidad. Los más moderados confiaban en su jefe, porque ese hombre
“carismático e infalible sabía muy bien lo que hacía. Les había prometido un
milenio de grandeza y de felicidad y no los defraudaría por culpa de unos
papeles redactados por un inglés falsario y por un malintencionado francés.”
Los “Fascios” de Italia se mostraron muy satisfechos por el
digno papel de árbitro representado por su Duce en Munich. Comprobaron que las
relaciones con el tercer Reich se habían estrechado un poco más, sin aflojar
los lazos con otras naciones, pues a los italianos les agradaba mucho mantener
buenas relaciones con todos. Por otra parte pensaban que si Hitler iba a conseguir
los Sudetes por el hecho de existir allí una comunidad germana, ¿por qué no
iban a conseguir ellos Albania donde viven también muchos italianos?
La Unión Soviética manifestó su rechazo a los Acuerdos de
Múnich, así como a sus consecuencias, principalmente por no haber estado presente
durante las negociaciones y por haber percibido en esta exclusión un gesto de
Gran Bretaña y Francia donde estos países mostraban más voluntad de
colaboración con Alemania que con la Unión Soviética.
La diplomacia soviética consideró los Acuerdos de Múnich como
un complot de los occidentales con el nacionalsocialismo, con el objetivo de
aislar a la Unión Soviética y lanzar a la Alemania nazi contra ella , como así
sucedió el 20 de junio de 1941.
El fracaso de la diplomacia de la URSS con las potencias
occidentales, así como la visible negativa de éstas a enfrentarse directamente
con Hitler o Mussolini, supuso que Stalin iniciara el progresivo acercamiento
soviético a Alemania para así evitar que el renovado poderío bélico alemán se
lanzara contra la URSS.
Este acercamiento finalizaría con la firma del Pacto Mólotov
(ruso) y Ribbentrop (alemán), del 23 de agosto de 1939, conocido como Pacto germanosoviético. Era la
hipotética jugada maestra de Stalin que lanzaría a los alemanes contra el
Oeste, en vez de contra el Este, pero fue durante poco tiempo.
Unos días más tarde, los soldados rusos y alemanes (unos por
Oriente y otros por Occidente) cruzaban las fronteras de Polonia, mientras Gran
Bretaña y Francia, protectoras del país invadido declaraban la guerra al Tercer
Reich
.El Pacto de Munich no había parado las ansias expansionistas
e imperialistas de Hitler. Comenzaban los horrores de la Segunda Guerra
Mundial, donde, a lo largo de su transcurso, dos totalitarismos, el ruso y el
alemán, acabarían de una u otra forma con millones de personas.