NUEVO LIBRO DE ALFREDO PASTOR UGENA
Este
libro sobre la vida de Isabel I de
castlla “La Católica” y su malogrado hijo y heredero el Príncipe Juan- el que pudo haber sido el primer rey de España-
es asimismo un detallado análisis de la figura de esta reina como madre, mujer
y estadista, y también de su época.
El
autor, el Dr. Alfredo Pastor Ugena, detalla las circunstancias históricas más
significativas que llevan a Isabel al trono, su matrimonio con Fernando II de
Aragón, la Guerra Civil en Castilla, la aparición de la Inquisición, la
conquista de Granada , la expulsión de los judíos, la relevancia de la política matrimonial de los Reyes Católicos-
la vida y vicisitudes de sus hijos- y las correspondientes relaciones internacionales
que de ella se derivan. Asimismo analiza la importancia de las Cortes de
Madrigal de las Altas Torres (1476) y Toledo (1480) y, en general, la coyuntura
histórica y cultural en la que vivió el Príncipe Juan, lo que coincide con los
hechos más importantes del reinado de los Reyes Católicos, algunos de los
cuales se han citado anteriormente.
La
infancia, juventud, la formación y educación renacentista del Príncipe Juan, su
matrimonio con Margarita de Austria, su prematura muerte y la literatura
consolatoria y alabatoria que se produjo en torno a su figura, la situación
política tras el fallecimiento de la Reina, el final de la Casa de Trastámara y
el advenimiento de la dinastía extranjera de los Habsburgo en la figura de
Carlos I-entre otros temas- son tratados por el autor con el rigor propio de un
investigador e historiador que conoce con detalle esta época.
ALFREDO
PASTOR UGENA
____________________________________________________________
ISABEL
I LA CATÓLICA Y SU HEREDERO EL PRÍNCIPE JUAN.
.“(…) quien hubiera sido Juan
III, el primer rey de España (…)”
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El cuadro de La Virgen de los Reyes Católicos ,que ilustra la portada de este
libro, fue pintado entre 1491 y 1493. Se trata de un temple sobre tabla de 123
x 112 cms y su fecha se establece hacia 1490. Esta obra sintetiza a la perfección la simbiosis entre
pintura flamenca y patrocinio real. La composición es similar a la de una sacra conversazione, en una estancia con
ventanas que dejan ver un paisaje con características convencionales propias
del estilo flamenco.
Su autor
,anónimo, es conocido como Maestro
de la Virgen de los Reyes Católicos. La obra es un ejemplo del
goticismo imperante en la pintura de la época.
En su ubicación
original se guardaba en el oratorio del cuarto real del monasterio de Santo
Tomás de Ávila.a desamortización de 1836 produjo su traslado al Museo de la
Trinidad y luego a lo que sería el Museo del Prado donde se encuentra actualmente.
En el cuadro se representan
arrodillados los donantes. A la izquierda de la composición aparece el Príncipe don Juan, al lado del Rey
don Fernando. Enfrente de ellos advertimos la presencia de la Reina Isabel I (con aspecto joven y resaltando en tamaño ligeramente por
encima de sus acompañantes y marido, dejando claro que es la reina de Castilla) y de la Princesa Isabel.
El Príncipe, joven heredero sobre el que está puesto en este momento el
destino de la unión dinástica, aparece
de rodillas, en actitud orante, y con las manos juntas, algo infantilizado. Sus
facciones son bastante distintas a las esculpidas por Domenico Fancelli en su
sepulcro del Convento de Santo Tomás de Ávila.
En la parte superior aparece representada
en un trono la Virgen con el Niño. En un plano inferior, de pie, observamos
a dos santos. A la derecha del cuadro,
con el hábito dominico, aparece Santo Domingo de Guzmán , fundador de la Orden
Dominica (con un libro, por ser doctor de la Iglesia y un lirio, como símbolo
iconográfico de la Virgen, dada su particular devoción mariana). A la izquierda
aparece Santo Tomás de Aquino el titular
de la advocación del monasterio (con un libro, por ser también doctor de la Iglesia,
y con la maqueta del edificio). El suelo de baldosas, la tarima sobre la que se
halla el trono de la Virgen, los reclinatorios de los Reyes y las ventanas, nos
presentan una perspectiva algo forzada.
A mi esposa Adelina.
A mis hijos Laura y Alfredo.
A la memoria de mis padres.
Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluida
la portada por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización escrita del
titular del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes.
ALFREDO PASTOR UGENA
ISABEL LA CATÓLICA Y SU HEREDERO EL PRÍNCIPE JUAN
“(…) quien hubiera sido Juan III, el primer rey de España (…)”
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LA
ALCAZABA
INDICE
PRÓLOGO……………………………………………………………...6-7
CAPÍTULO I.- La reina Isabel I “la Católica”……………………………. 8
Isabel I: mujer, esposa
, madre, reina y Puellae doctae. La relación de su vida con la coyuntura internacional..............................................................................................9
La Reina Isabel
como estadista. Aspectos relevantes de su obra en Castilla
y Toledo. Las Cortes
de 1480……………………………………………
22-31
Los testimonios de
cronistas y escritores sobre la Reina.........................................33
Vida y vicisitudes de sus hijos. La política
matrimonial y sus consecuencias……..37
CAPÍTULO II.- El Príncipe Juan: la esperanza de España
………….45
Infancia y juventud…………………………………………………………………. 45
Formación y
educación de un Príncipe del
Renacimiento………………………….52
La Corte del
Príncipe Juan en Almazán y
su Libro de Cámara………………… 57
CAPÍTLO III.-Las capitulaciones matrimoniales del
Príncipe Juan y la política internacional de alianzas de los Reyes Católicos…………… 60
La princesa Margarita de Austria…………………………………………………...60
El matrimonio del Príncipe don Juan, señor
de Salamanca……………………… 62
CAPÍTULO IV.-La
muerte del Príncipe. Su trascendencia histórica.66
La literatura consolatoria y alabatoria
en torno al Príncipe Juan……… ……….74
CAPÍTULO V.-La coyuntura histórica y cultural en la
que vivó el Príncipe Juan…………………………………………………………….78
CAPÍTULO
VI.-El final de los Trastámara y el advenimiento de una dinastía extranjera.............................................................................................. 93
La
situación política tras la muerte de la Reina Isabel (1504-1516)…………….. .94
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………….98
PRÓLOGO
Este libro que tienes en tus manos, paciente
y estudioso lector, narra la vida y desventura de Juan, el joven Príncipe de
España que nació en Sevilla en 1478, cuando el reino celebraba allí el concilio
que reglamentó la política religiosa de aquel providencial reinado, y a los dos
años, en 1480, era proclamado Príncipe de Asturias, y aún sin cumplir los 19
años de edad casó en la Catedral de Burgos con la archiduquesa Margarita de
Austria y murió en Salamanca a los seis meses debilitado por la tuberculosis…,
“para el pueblo, murió de amor”.
Y a fe que Alfredo Pastor Ugena lo ha escrito
con estilo sabio, claro y didáctico, autorizándose concienzudamente con un
amplio bagaje de fuentes bibliográficas y documentales.
Con pluma sagaz y plan estratégicamente
trazado, el autor inicia su exposición introduciéndonos en el devenir del
reinado de Isabel la Católica, cuya figura valora como mujer, como reina y como
estadista, centrándose en al importancia de las Cortes de Toledo de 1480 como
programa oficial de su reinado. Capítulo especial se dedica a detallar la
política matrimonial de los Reyes Católicos y sus consecuencias internas y
externas de relaciones internacionales.
Acto seguido, aborda el autor la biografía
del Príncipe Juan, objeto del libro. Y lo hace con la minuciosidad y el método
necesario: su infancia, su educación, la constitución de su corte principesca,
las capitulaciones de su matrimonio y la realización de éste con al
archiduquesa, lo vertiginoso de su enfermedad y muerte… y la literatura
elegíaca y laudatoria que desencadenó.
Desde la perspectiva actual, frustrada la
figura del Príncipe por su prematura e inesperada muerte, nos queda la grandeza
de ánimo y magnanimidad ,como reina, de su madre Isabel o, si se prefiere, de
sus padres Fernando e Isabel.
En la historia queda como paradigma de buen
gobierno, y así lo describe Alfredo Pastor, el planteamiento político del
matrimonio del Príncipe, el esfuerzo de los Reyes por alcanzar sucesión en
varón, para lo que no dudaron en someterse a las medicaciones del médico judío
Lorenzo Badoç.
Alcanzada la sucesión, con qué entusiasmo lo
comunican a todo el reino y en acción de gracias mandan construir el templo de San
Pedro “in Montorio” en Roma. Y, luego, con qué cuidado escogen los educadores
del Príncipe y con qué grandeza de ánimo afrontaron su enfermedad y su muerte.
En definitiva, los reyes Isabel y Fernando fueron un ejemplo de actuación como
Casa Real en todo lo relacionado con su hijo Juan.
Hay quien pone ciertos reparos a la actitud
de la reina, su madre, al no cumplir las recomendaciones de los médicos en el
sentido de que el joven Príncipe, muy debilitado por la enfermedad, no usase
del matrimonio con su esposa de forma tan continuada. La Reina contestó a estos
consejos con la frase evangélica: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el
hombre”. Si lo pronunció así, o es un invento de su leyenda dorada, nos da
igual. Lo cierto es que la magnanimidad y entereza de Isabel y Fernando resplandecieron en todo momento en el trágico
caso del Príncipe Juan, la esperanza de España.
De manera especial se hizo famoso el sistema
educativo que los reyes dispusieron para su hijo, en que intervino
esencialmente el preceptor del Príncipe, el dominico y catedrático de Salamanca
fray Diego de Deza, así como el
humanista Mártir de Anglería o el también joven humanista Gonzalo Fernández de
Oviedo. Precisamente a este ilustre personaje le pidió el emperador Carlos V un
tratado para la educación del joven Felipe II según las pautas que se habían
seguido para la educación del Príncipe Juan, un príncipe del Renacimiento.
A modo de síntesis histórica del reinado, el
autor nos ilustra con una visión sencilla, didáctica y significativa de los avatares
históricos que tuvieron lugar durante la vida del Príncipe Juan, quizás los más
importantes del reinado, que concluye con la situación política tras la muerte
de la Reina Isabel, y el final de los Trastámara, lo que ocasiona el
advenimiento de una dinastía extranjera, la de los Habsburgo, en la figura de
Carlos I, nieto de los Reyes Católicos.
Todas estas cosas, y muchas más igualmente
interesantes, depara la lectura de este interesante libro, en que ha vertido su
mucho saber Alfredo Pastor, profundamente conocedor del reinado de los Reyes
Católicos y la desventura de su hijo, el Príncipe Juan.
CAPÍTULO I
La reina Isabel I “la Católica”
Isabel I de Castilla conocida como Isabel “la
Católica”- debido al título pontificio que tanto a ella como a su esposo el rey
Fernando II de Aragón les concedió el Papa español Alejandro VI, en 1496, a
través de la bula Si convenit- ha sido
una reina muy importante en la historia de España. Nació a finales Edad Media
para morir en el umbral de la modernidad renacentista. Se le considera una
mujer que se adelantó a su tiempo. Es posible que no naciera para ser reina
pero sí demostró a lo largo de su vida que había nacido para reinar. Fue
portadora de una religiosidad que fue creciendo con el paso de los años,
conforme iban aumentando sus responsabilidades de gobernante.
Su vida no hubiera sido la que fue sin su relación
con cuatro personajes que influyeron de forma decisiva en ella: el arzobispo
Carrillo de Acuña, su valedor en los años de princesa; el cardenal Pedro
González de Mendoza, su consejero y gran apoyo en los años de comienzo de su
reinado; el cardenal Francisco de Cisneros, su confesor y guía espiritual; y
Fray Hernando de Talavera, también su confesor y confidente en muchos momentos.
Todos ellos fueron testigos del
Humanismo cristiano.
Isabel I comienza su
reinado con la guerra civil contra Portugal. La veremos también inmersa en
todos los problemas internos que reclaman la presencia de los monarcas en
cualquier parte del territorio del reino de Castilla, considerado en su
extensión desde Galicia a Murcia y desde la
costa cantábrica a las de Andalucía.
Este reinado será la época
de recuperación del equilibrio político de Castilla, roto desde los comienzos
del siglo XV. Es asimismo el comienzo de una extraordinaria actuación
diplomática y militar que sitúan a la nueva monarquía a la cabeza de las
potencias europeas de la época.
Junto a su marido el rey Fernando (1452-1516) [1], diseñaron
el Estado moderno y sus principales instituciones, poniendo en práctica las
infraestructuras necesarias propias de la monarquía hispánica, nacional,
bicéfala y autoritaria, como lo hicieron, más o menos, en la oportuna medida,
Luis XI en Francia y Enrique VII “Tudor” en Inglaterra.
Una vez
resuelto el problema sucesorio, el reinado de Isabel y Fernando se caracterizó
por la concatenación de sucesivos triunfos, fortaleciéndose el poder real con
instrumentos y mecanismos institucionales como las Audiencias, el Consejo Real, la Santa Hermandad o los corregidores, verdaderos representantes
de los monarcas en los municipios.
Fue un reinado excepcional en muchos de cuyos actos
la reina Isabel tiene una directa intervención. Ella concibe la realeza como un
derecho dinástico y como un deber, con una gran responsabilidad y una misión a
cumplir.
La importancia de esta Reina es múltiple pero, entre
otros aspectos relevantes de su vida, nos atreveríamos a destacar el
protagonismo que le tocó ejercer en la formación de la unión dinástica entre
Castilla y Aragón y de la referida formación del Estado moderno, estructurando
junto a su marido Fernando II el nuevo modelo de monarquía.
Según J. Pérez, “la unión dinástica logró transformar
la variedad de reinos de la España medieval en un cuerpo político con una sola
dirección, una sola diplomacia y un solo ejército” que reunía pueblos con
lenguas, tradiciones históricas, costumbres e incluso instituciones distintas;
donde cada uno conservaba su autonomía administrativa y se regía conforme a sus
propios fueros o leyes. Todos ellos estaban unidos por la persona de los
monarcas. Los extranjeros no se engañaron: llamaron España a la unión de
Castilla y Aragón y Reyes de España a sus soberanos.
Los Reyes Católicos no crean una España unificada
pero la doble monarquía no es tampoco una simple unión personal. Con ellos
España se convierte en un ámbito político importante y toma una forma original
que conservará por lo menos hasta principios del siglo XVIII.”[2]
Isabel I: mujer, esposa, madre, reina
y “puellae doctae”. La relación de su vida con la coyuntura internacional.
Isabel I de Castilla, hija del rey castellano Juan II
y de su segunda esposa, la infanta portuguesa Isabel de Aviz y Braganza (nieta
del rey Juan I de Portugal) marcará todo un hito histórico en nuestro país. Sus
antecesores en la Casa de Trastámara se
habían hecho con la corona de Castilla a mediados del siglo XIV, tras una
cruenta guerra civil entre el rey legítimo Pedro I “ el Cruel” y su hermano
bastardo Enrique de Trastámara (futuro Enrique II “el de las Mercedes”) cuyo
reinado supuso la consolidación de la nobleza y de los ideales aristocráticos
frente a la burguesía mercantil.
Isabel vino al mundo el 22 de abril de 1451, jueves
santo, a las cinco menos cuarto de la tarde (en el
palacio de su padre Juan II de Castilla, hoy monasterio de Nuestra Señora de
Gracia regido por las madres agustinas[3],situado
en Madrigal de las Altas Torres) tras un parto difícil, según el galeno
que fue médico de Isabel durante toda su vida, el doctor Toledo.
Esta villa de realengo de Madrigal Ávila) que contaba
entonces con unos cuatro mil habitantes (según los censos que están en el AGS)
situada en la llanura castellana de la comarca de Arévalo, sería un
lugar emblemático en la vida de Isabel, dentro de esa especie de triángulo tan
relevante para su destino cuyos otros dos vértices fueron Arévalo, donde
pasaría su niñez, y Medina del Campo
donde moriría el 26 de noviembre de 1504.
Enterado el rey Juan II del nacimiento de su hija,
inmediatamente ordena comunicar el evento a todo el reino. La fecha del
nacimiento de la Princesa fue comunicada por su propio padre a la ciudad de
Segovia en una carta datada cuatro días después.
La niña “quedó apresada” de inmediato en las formas
de vida nobiliarias propias de la Castilla del siglo XV. La entregaron a una
nodriza, Mari López, esposa de Juan de Molina, a quien en la Corte llamaban la “señora que dio a su Alteza de su leche”[4]
Este nacimiento ampliaba la sucesión
real, asegurada con el hijo mayor Enrique, que ocuparía el trono en 1454 con el
nombre de Enrique IV, conocido popularmente como “el Impotente”.
Fue bautizada en la iglesia de San Nicolás de Bari,
en Madrigal de las Altas Torres, en la que recibió el nombre de Isabel, como su
madre y como su abuela materna. Dos años más tarde que Isabel nacería en
Tordesillas (Valladolid) su hermano el príncipe Alfonso (17 de septiembre de
1453), colocándose Isabel en una tercera línea de sucesión, después de Enrique,
Alfonso y sus descendientes.
El nacimiento de este nuevo hijo varón de Juan II
coincide cronológicamente con la toma de
Constantinopla por los turcos, el 29 de mayo. Hecho que marca el final de
la Edad Media y los comienzos de la Modernidad. Este año se produce también la ejecución de don Álvaro de Luna, suceso sorprendente,
de los más sonados y dramáticos del siglo XV castellano. Don Álvaro, hombre
importante en la Castilla medieval,
acusado de herejía por Isabel de
Portugal, la madre de Isabel la
Católica, pasó “de la mesa del rey
al hacha del verdugo”: quedaba claro que nadie estaba libre de la ira regis.[5]
Mehamed II conquistó en 1453 la citada ciudad y la
denominó Estambul. Ponía así fin al Imperio romano oriental o Bizancio, con
capital en Constantinopla. Los bizantinos sobrevivieron, al emigrar a
Occidente, llevándose consigo la tradición cultural grecorromana que se había
conservado en Constantinopla y contribuyeron a poner en marcha uno de los
sucesos más importantes de la modernidad: el Renacimiento cultural y artístico
de los siglos XV y XVI.
Isabel I,
que nace dos años antes de este hito histórico, lo hace también en un momento
de tránsito entre dos épocas. De ahí que se le considere una mujer que vive
entre el final del Medioevo y los comienzos de la implantación y desarrollo del
Renacimiento.
Este momento (6 de enero de 1453) es
verdaderamente significativo dada la posterior importancia que tendrá para la
política matrimonial de los Reyes Católicos, ya que Federico III, emperador del
Sacro Imperio Romano, otorga a su hijo Maximiliano el título de Archiduque de
Austria.
Hecho también
relevante es el final de la importante Guerra de los Cien Años, que en realidad
duró ciento dieciséis (1337-1453) entre Francia e Inglaterra y que salpicó a
otros países europeos. Por ejemplo, en
Castilla se proyectó este conflicto en el sistema de alianzas habido en
el enfrentamiento entre Pedro I y Enrique de Trastámara. Fue realmente una
guerra feudal para dirimir quién controlaría las enormes posesiones de los
monarcas ingleses en Francia desde 1154, como consecuencia del ascenso al trono
de Inglaterra de Enrique Plantagenet, conde de Anjou casado con Leonor de
Aquitania. Finalmente y después de innúmeros avatares, se saldó con la retirada
inglesa de tierras francesas.
Francia se
remodelaría como Estado moderno -igual que ocurrió en España con los Reyes
Católicos- con los monarcas Carlos VII “el Victorioso”(1422-1461) y Luis
XI “el Prudente” ( 1461-1483),
llevando a cabo este último una lucha para afirmar su autoridad contra los
derechos feudales de la nobleza y el clero, construyendo las bases de una
monarquía autoritaria y centralista, lo que sin duda le supuso la enemistad de
parte de la nobleza tradicional.
Inglaterra,
tras la Guerra de los Cien Años, se convirtió en un sanguinario escenario de
una guerra civil, la denominada Guerra de
las dos Rosas que enfrentó a miembros y partidarios de la Casa de Lancaster
contra los de la Casa de York entre 1456 y 1485.
Por lo
tanto Francia, Inglaterra y España van a vivir coyunturas políticas e
institucionales de tipo renacentista propias de monarquías nacionales, modernas
y autoritarias.
El 22 de
julio de 1454, teniendo Isabel tres años, muere su padre Juan II en Valladolid;
gobernaba en Castilla desde 1406. En el momento antes de su muerte: dijo:“naciera yo hijo de labrador e fuera fraile
del abrojo, que no rey de Castilla”. Fue enterrado en la Cartuja de Miraflores
(Burgos) junto a su esposa Isabel de Portugal, esculpiendo Gil de Siloé el
sepulcro de ambos, a los que acompaña en el lugar de enterramiento su hijo el
príncipe Alfonso. Se le caracteriza como un personaje de carácter poco firme,
algo taciturno, con el que Isabel apenas llegó a tener trato. Dejó claro en su
testamento la regulación de su propia sucesión, una especie de ley fundamental
en estos asuntos -según Luis Suárez-, de tal forma que se acuerda en este documento que si sus hermanos llegaban
a fallecer sin descendencia legítima, correspondería a Isabel la sucesión que
en esos momentos tenía don Enrique”.
En su
testamento Juan II indica de forma tácita:
“(…)Mando que la dicha Reyna, mi mujer, sea Tutriz
y administrador de los dichos Infantes don Alfonso y doña Isabel, mis hijos e
suyos, e de sus bienes, fasta tanto aquel dicho Infante sea de edad cumplida de
catorce años, e la dicha Infante, de doce años e que los rija e administre con
acuerdo e consejo de los dichos Obispos de Cuenca e Prior fray Gonzalo mis
confesores e del mi Consejo...E quiero y mando que los dichos Infantes mis
hijos se críen en aquel logar o logares que ordenase la dicha Reyna mi muy cara
e muy amada mujer(…)”.
Este Rey vivió
una época políticamente repleta de fuertes tensiones y de luchas nobiliarias entre
sí y contra la monarquía, en contraste con la brillante cultura del incipiente
Humanismo. [6]
Tenía un excelente conocimiento del latín y se interesaba por la poesía, la filosofía
y la retórica. Se carteaba con humanistas relevantes, como Leonardo Bruni; y encargaba
glosas y traducciones a autores como Pedro Díaz de Toledo o Alfonso de
Cartagena. Por otro lado, su reinado fue uno de los más infecundos, lleno de
revueltas y colmado de desórdenes.
Isabel en
su niñez, en ese ambiente cortesano de leyendas y exaltación de virtudes por
las hazañas de los “grandes hombres”, supo cómo su abuelo Enrique III “ el
Doliente” ”( fundador de la política africana castellana) había fallecido,
cuarenta y cinco años antes de su nacimiento en una cruzada contra el reino
musulmán de Granada, lo que le dejó
alguna huella emocional de su antepasado, cuyos hechos conoció, entre otras
fuentes, gracias al escritor Juan de Mena. Ella siempre mantuvo en su
mente los rasgos esenciales de la vida
de su padre Juan II y de su abuelo Enrique
III.
Heredó bastantes
rasgos biológicos de su abuela Catalina de Lancaster la elegante dama inglesa,
esposa de Enrique III, como el color blanquecino de su piel y el pelo rubio, el
carácter reservado, los modales armoniosos, la sensibilidad por la lectura, y la firmeza en sus decisiones.
Ella fue el espejo en el que Isabel se miraba muy a menudo y la mujer que elevó
al hombre clave de la política castellana de la primera mitad del siglo XV don
Álvaro de Luna, valido y hombre de máxima confianza en la vida de su hijo Juan
II, muy culto y aficionado a la literatura que floreció en su Corte. Al
enviudar el rey de su primera esposa María de Aragón, el condestable don Álvaro
concertó su boda con doña Isabel de Portugal, celebrándose en 1447.
Muchos nobles se
percataron de la influencia de don Álvaro de Luna en el segundo matrimonio de
Juan II (45 años) con Isabel de Portugal (15 años). Los grandes linajes de
Castilla y Andalucía se opusieron a la boda, afirmando que esta dinastía
de la familia Aviz no tenía la
suficiente categoría para reinar en Castilla, lo que de alguna manera minaba la
autoridad real, que era la verdadera intención nobiliaria.
Y ésta
sería la causa principal de la caída de don Álvaro de Luna, maestre de la Orden
de Santiago, condestable de Castilla y "soberano" durante tantos
años. Fue decapitado en la Plaza Mayor de Valladolid el 2 de junio de 1453,
casi dos meses después del nacimiento de la princesa Isabel. Su degollación fue
por mandato real y no por sentencia, ya que los jueces que instruyeron el
proceso no encontraron suficientes
pruebas del
delito que se le imputaba. En 1658 el Consejo de Castilla le declaró inocente de los muchos
crímenes, excesos, delitos, maleficios, tiranías y cohechos que le habían
imputado.
Cuenta la
tradición y la leyenda que el rey estaba en Segovia, a donde fue en los últimos
días de mayo para no encontrase en Valladolid con la ejecución de don Álvaro.
En aquella misma mañana en que moría el condestable se desencadenó sobre Segovia
una espantosa tormenta de varias horas, cayendo un rayo en el Alcázar cuyo
resplandor le hizo alucinar al monarca con el espíritu de su valido decapitado,
llegando incluso a afligirse de tal manera que cayó desmayado. Desde entonces
enfermó de melancolía, pesaroso y arrepentido de su justicia, acosado por el
fatal desenlace que dio a don Álvaro de Luna. Estas reacciones psicológicas a
que alude la tradición, podían estar en consonancia con las presuntas
patologías de su personalidad.
El
rey se trasladó a Ávila y luego a Medina del Campo en busca de alivio, pero
sintiéndose peor se marchó a Valladolid donde se encontraba su esposa doña
Isabel, y en aquella ciudad murió en 1454, al año siguiente de su hombre fuerte
y de confianza.
Don Alvaro de Luna, mandó Castilla en un tiempo en que los
nobles buscaban sobre todo la consolidación, mejora y aumento de sus bienes y
tierras, y el poder que ello conlleva, sin
importar modos ni maneras. Sin desdeñar su ambición personal se comporta como
"un gobernante celoso del bien público y de
la gloria de su soberano".Ganó, entre otras, la batalla de La
Higueruela para su rey, hecho histórico
que se convirtió en un icono para la dinastía de Trastámara.
El cronista
Alfonso de Palencia escribe sobre esta
relación entre el Rey y su condestable: "Como quiera que el rey don Juan ya desde su más tierna edad se había entregado en manos de don Álvaro de
Luna, no sin sospecha de algún trato indecoroso y de lascivas complacencias por parte del privado en su familiaridad
con el Rey”.
De él dirá
el historiador don Fernán Pérez del Pulgar: "Es de saber que este Condestable fue pequeño de cuerpo y menudo de
rostro; pero bien compuesto de sus miembros, de buena fuerza, y muy cavalgador,
asaz diestro en las armas, y en los juegos dellas muy avisado. En el palacio
muy gracioso y bien razonado, como quiera que algo dudase en la palabra; muy
discreto, e gran disimulador: fengido e cauteloso, y que mucho se deleitaba
usar de tales artes y cautelas, ansí que
parece que lo había a natura ".
A Juan II le sucedió en el trono su heredero Enrique IV, hijo de su matrimonio con
María de Aragón, quien reinaría en Castilla entre 1454 y 1474. Sobre él nos
dicen las crónicas: “Sucedió en el trono
vacante por la muerte de don Juan II, su hijo primogénito el Príncipe don
Enrique, entre los reyes de Castilla el IV de este nombre. En Valladolid le
alzaron por Rey los grandes que a la sazón allí se hallaron, el 29 de julio de
1454. Concurrieron al acto el marqués de Villena, don Juan Pacheco, que llegó a
tener con don Enrique IV igual cabida que don Álvaro de Luna con don Juan II,
don Pedro Girón, Maestre de Calatrava, diez condes, cuatro ricos hombre o
señores sin título, los arzobispos de Toledo, Santiago y Sevilla, y once
obispos entre ellos el de Ávila, don Alonso de Madrigal o el Tostado”. [7]
Isabel al
quedar huérfana, abandona la Corte junto a su madre y su hermano Alfonso y se
marchan los tres a vivir a Arévalo (Ávila), señorío de la reina que formaba
parte de las arras de su contrato matrimonial. Según L Suárez “allí la reina pudo esconder su
misantropía que pronto degeneraría en
desequilibrio mental”.
En Arévalo, Isabel recibe su
primera educación, en un ambiente en buena medida portugués por su madre, su
nodriza María Lopes y damas que destacan, como su madre, por una profunda
piedad, como Beatriz de Silva, una dama portuguesa, fundadora de las madres
Concepcionistas en Toledo, a las que Isabel regaló el palacio
de Galiana de la ciudad imperial. También estuvo rodeada
de algunos varones que han adquirido experiencia política con Álvaro de Luna,
los toledanos Gutierre de Cárdenas y su pariente Gonzalo Chacón . Entre 1454 y
1461 Arévalo se convierte en el hogar de la entonces infanta en cuyo castillo
también entabló una gran amistad con Beatriz de Bobadilla, hija del alcalde, y
protectora de sus juegos infantiles.
Juan II había encomendado la educación de sus hijos
pequeños a Lope de Barrientos, obispo de Cuenca y a Gonzalo de Illescas, prior
de Guadalajara, persona muy relevante entre los jerónimos (orden exclusivamente
española nacida en Lupiana, Guadalajara, en torno a 1374), bien implantada en
los monasterios de El Prado, de Valladolid; El Parral, de Segovia; Guadalupe,
Yuste, Santa María de la Sisla, en las proximidades de Toledo, y El Escorial),
quien le relacionó con Fray Hernando de Talavera, monje jerónimo que sería su
confesor y hombre influyente, conocido en la Corte como “el prior de El Prado”
También los franciscanos, tendrían una gran
importancia en la profunda religiosidad de Isabel. Concretamente, los de
Arévalo, la inculcarán la virtud de la pobreza. Influyen también en ella en
estos momentos, Teresa Enríquez de Villagrán a la que llamaban “la Loca del
Sacramento” por su gran devoción a la eucaristía (hija del tercer Almirante de
Castilla y esposa de Gutierre de Cárdenas, señor de Maqueda y Torrijos), los
monjes franciscanos Fray Lorenzo y Fray Martín de Córdoba, éste último gran teólogo
y escritor español del Prerenacimiento.
Segúm el profesor L. Suárez: este fraile escribió para Isabel
una especie de “libro de cabecera” que
le pudiera servir como un programa y
orientación para toda su vida, titulado “El
Jardín de las nobles doncellas”(1468-69) como regalo el 22 de abril de
1467, al cumplir los16 años.[8]
Fray Martín de Córdoba defiende en esta obra los
derechos al trono de Isabel con alegaciones de tipo feminista propias de un
humanista ya unido al Renacimiento. Él le dijo a la entonces Princesa: “Señora, aunque es hembra por naturaleza,
trabaje por ser hombre en virtud”.[9] Deja claro en la
obra indicada su voluntad de contribuir a la legitimación de Isabel como reina
de pleno derecho.[10]
En Arévalo, donde Isabel llegó en 1454, junto a su
madre y hermano menor Alfonso, desarrolla el primer decenio de su vida
cotidiana entre la soledad y la tristeza que van a marcar su carácter y
moldearán su personalidad inmersa en lecturas evangélicas y libros de piedad.
Según
la profesora Del Val, “Isabel fue aprendiendo y nunca olvidó que la dignidad de
su personalidad regia exigía del lujo y la magnificencia cuando se mostraba en
público, como forma de poner de manifiesto su poder y el de su reino. Pero
paralelamente procuraba cumplir con aquello que su religión, según la
interpretación de quienes estaban más cerca de ella, exigía una actitud en la
que muy probablemente influyó su primera formación cristiana al lado de su
madre y su abuela, y la influencia de los franciscanos de la villa de Arévalo.
Encontramos un buen ejemplo en la carta que escribió a Fray Hernando de
Talavera en 1493”:
“ Muy reverendo y devoto padre. Tales son vuestras cartas ques osadia
responder a ellas, porque ni basto ni se leerlas como es razón; mas se cierto
que me dan la vida y que no puedo dezir ni encarezer, como muchas vezes digo,
quanto me aprovechan (...) Y esto os ruego yo mucho, que no os escuseys de
escrebir vuestro parecer en todo, Empezé y acabo esta carta con tanto
desasosiego -digo- porque estando escrebiéndome (…) llegan con tantas ablas y demandas, que
apenas se qué digo, y nunca la acabara, sino questube en la cama oy todo el
dia, aunque estoy sana, sólo porque me dejasen, y aún ahora no me dejan (...).
Acabo por no cansaros que aún yo no cansaba, más ruego os questa mi carta e
todas las otras que os e escripto, o las quemeys o las tengays en un cofre
debajo de vuestra llave, que persona nunca las vea, para volvérmelas a mi
quando pluguiere a Dios que os vea; y encomiéndome en vuestras oraciones. De mi
mano en Zaragoza a quatro de deziembre, y de camino para Castilla, que ya no ay
placiendo a Dios por qué detenernos, que las Cortes de aquí a ocho dias tienen
de plazo, y mejor venía que no se acabasen, porque no se quitase la hermandad
con que se haze justicia, y sin ella nunca se haze aquí. Yo la Reyna. Ruego os
que a todo esto me respondays luego.”.[11]
Su hermano, el
rey Enrique IV de Castilla, casado en 1440 en primeras nupcias con doña.
Blanca, hija primogénita del rey Juan II de Navarra (y hermana de padre de
Fernando“el Católico”) hubo de separarse de ésta a los doce años de
convivencia, dándose por nulo este matrimonio, en realidad no consumado. Según
los cronistas de la época “estaba
incorrupto como había nacido”.
La sentencia de nulidad de este matrimonio fue
confirmada en Roma en 1453. Aún era príncipe Enrique IV; pero pocos meses
después de la disolución canónica del vínculo, en julio de 1454, llegó a ser
rey tras la muerte de su padre Juan II de Castilla y de León El nuevo rey
contrajo un segundo matrimonio con doña. Juana, de dieciséis años de edad (“muy
desenvuelta en su comportamiento”), infanta de Portugal, hija del rey D. Duarte
y hermana de Alfonso V “el Africano”. El drama conyugal se repitió. Los reyes
vivieron juntos cerca de siete años sin señales, al menos sensibles, de
intimidad, lo que no fue obstáculo para que, tanto el uno como el otro tuvieran
evidentes experiencias fuera del matrimonio.
En 1461,
Isabel y su hermano Alfonso son trasladados a Segovia, donde se encontraba la
Corte, y mantenidos allí en rigurosa custodia, en palabras de la Princesa
Isabel: “(…) yo no quedé en poder del
dicho señor Rey, mi hermano, salvo de mi madre la Reina de cuyos brazos
inhumana y forzosamente fuimos arrancados el señor rey don Alfonso, mi hermano
y yo, que a la sazón éramos niños(…)”.[12]
Estaba cercano
el 28 de febrero de 1462, fecha del nacimiento en Madrid de la princesa Juana de Castilla, llamada más
tarde “la Beltraneja”, hija de la reina Juana de Portugal[13] y
presuntamente de don Beltrán de la Cueva, hombre de gran influenza en la Corte
(noble, político y militar castellano, considerado valido de Enrique IV, junto
a Juan Pacheco, marqués de Villena, y Miguel de Lucas Iranzo, condestable de
Castilla). La paternidad de la niña quedó marcada con este infamante apodo
estigmatizándose así desde la cuna a esta desgraciada criatura, que sin la
menor culpa por su parte fue víctima del desbarajuste político y de la anarquía
que ya venía destrozando a Castilla desde el advenimiento de los Trastámara.
Fue pretexto para partidismos y banderías, siendo juguete de las rebeldías y
ambiciones, piedra de escándalo para todo el reino y aún hasta objeto de desprecio para su propio padre.[14]
El bautismo de
la infanta Juana se celebró en marzo. Isabel sería su madrina en compañía de la
esposa del marqués de Villena, siendo el arzobispo de Toledo, el turbulento
Alonso Carrillo (que gozaba entonces de gran influencia en la Corte) el
oficiante de la ceremonia religiosa. Fue el primer acto donde la princesa
Isabel tuvo un destacado papel. En el contexto de estas buenas relaciones entre
Enrique IV y el arzobispo Carrillo, el monarca le concedería una serie de
privilegios para ganárselo a su causa.[15]
Un poco más
tarde la princesa Juana sería jurada en
las citadas Cortes convocadas por Enrique IV, el 9 de mayo de 1462. El acto
tuvo lugar en la iglesia de San Pedro el Viejo de Madrid. Isabel estuvo
presente en la ceremonia y por primera vez asistió a una reunión de las Cortes
castellanas. Al ser jurada Juana heredera, Alfonso pasaba al segundo lugar de
la sucesión e Isabel al tercero. Unas horas antes de esta ceremonia, el marqués
de Villena hacía levantar acta notarial protestando la nulidad de estos actos
que, según él, se estaban reconociendo con amenazas y engaños, jurando
como sucesora a quien “de derecho no le
pertenecía”.[16]
Más tarde,
Enrique IV, acosado por los nobles, no tuvo inconveniente en reconocer su
propia deshonra, haciendo jurar como Príncipe heredero de Castilla a su hermano
Alfonso (1465), en perjuicio de doña. Juana a la que oficialmente ya había
reconocido anteriormente como hija. Se afirmaba de esta manera la ilegitimidad
de Juana y la ilegalidad de su juramento en las citadas Cortes de Madrid.
Isabel permanece por el momento al margen de estas maniobras nobiliarias.
Según Tarsicio
de Azcona, los intereses del marqués de Villena contra el descrédito de don
Beltrán de la Cueva (yerno del viejo Marqués de Santillana) no estarían lejos
de asignarle la supuesta paternidad de la princesa Juana. Esta hipótesis,
corroborada de alguna manera por el propio rey posteriormente, toma cuerpo por
la propia idiosincrasia del monarca y la desconfianza hacia su virilidad (de
ahí el apodo de “ Impotente”) como consecuencia de no consumar su primer
matrimonio.[17]
La
situación fue creando un clima de tensión nobiliaria a lo largo de 1465, entre los partidarios del marqués de
Villena, enemigos del impresionante ascenso de Beltrán de la Cueva, cuando la
princesa Juana contaba apenas tres años. La coyuntura forzó al rey a nombrar al
príncipe Alfonso (Según Menéndez Pidal,
“era un rayo de luz en la siniestra Corte de Enrique IV”) su sucesor ese mismo año
con la condición de que se casara con la princesa Juana, ante la rotunda
negativa nobiliaria, que se reflejó en el llamado Memorandum de Medina del Campo, produciéndose la desembocadura del
ambiente conflictivo de tensión en la
llamada Farsa de Ávila, que dividió
al reino entre Enrique IV y el príncipe Alfonso cuya temprana muerte abrió el
camino del trono a Isabel.
El
5 de junio e 1465 los nobles unidos contra el rey, capitaneados por el marqués
de Villena, depusieron en un bochornoso espectáculo a una imagen del monarca en
el cadalso abulense, elevando al trono al príncipe Alfonso, que falleció
justamente al mes siguiente, el 5 de julio de 1468.
Los miembros
de la Liga[18], dirigidos por el
arzobispo Alonso Carrillo se decidieron a escenificar este bochornoso acto sin
precedentes El 5 de junio de 1465 alzaron un tablado junto a las murallas de
Ávila y colocaron en él a un muñeco con los atributos regios, que arrancaron
uno a uno. Arrojaron al pelele del trono y sentaron en él al joven infante
Alfonso que pasó a denominarse Alfonso XII.
El cronista y
capellán de Enrique IV, Enríquez del Castillo (1443-1503) nos ha transmitido un
espléndido relato de la deposición indicada: “(…) Mandaron hacer un cadalso…, en un gran llano y encima del cadalso
pusieron una estatua sentada en una silla, que decían representar a la persona
del Rey, la cual estaba cubierta de luto. Tenía en la cabeza una corona, y un
estoque delante de si, y estaba con un bastón en la mano. E así puesta en el
campo, salieron todos aquellos ya nombrados, acompañando al Príncipe Don Alonso
hasta el cadalso…, y entonces mandaron leer una carta mas llena de vanidad que
de cosas sustanciales, en que señaladamente acusaban al Rey de cuatro cosas:
Que por la primera,
merescia perder la dignidad real; y entonces llegó Don Alonso Carrillo,
Arzobispo de Toledo, e le quitó la corona de la cabeza. Por la segunda, que
merescia perder la administración de la justicia; así llegó Don Álvaro de Zúñiga,.
Conde de Plasencia, e le quitó el estoque que tenía delante. Por la tercera,
que merescia perder la gobernación del Reyno; e así llegó Don Rodrigo Pimentel,
Conde de Benavente, e le quitó el bastón que tenía en la mano. Por la cuarta.
Que merescia perder el trono e asentamiento de Rey; e así llegó Don Diego López
de Zúñiga e derribó la estatua de la silla en que estaba, diciendo palabras
furiosas e deshonestas(…)”[19]
La
indicada Liga nobiliaria era
impulsada por el arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, y sus sobrinos, el maestre
de Calatrava, Pedro Girón, y el hermano
de éste el marqués de Villena. Era el enfrentamiento abierto con el Rey.
Se estaba
preparando el caldo de cultivo para una guerra civil. Tras la muerte de
Alfonso, en Cardeñosa (Ávila), el 5 de julio de 1468,[20] Isabel, con diecisiete años, pasa a un primer plano en la escena política
como candidata al poder por parte de un sector de la nobleza que, en el fondo,
espera contar con una persona manejable para poder desarrollar sus intereses
personales y estamentales.[21]
Ya
en estos momentos la princesa Isabel comienza a tener un protagonismo
irreversible de cara a su acceso al trono de Castilla. Sus partidarios de la
alta nobleza optan por la negociación que encadenara una capitulación honrosa
con su hermano Enrique IV.
Los
puntos relevantes para firmar la paz entre los grupos nobiliarios contendientes
fueron: el reconocimiento de Isabel como princesa sucesora, reconciliación
entre ambos hermanos y sus respectivos bandos y el sometimiento de todos a la
obediencia de Enrique. De momento, Isabel tiene una tarea muy concreta: recoger
el legado de su hermano Alfonso y presentarse como la única heredera al trono
de Castilla. Irá consiguiendo pasar de infanta a princesa y luego a Reina.
Isabel
y Enrique deberían realizar un encuentro personal donde convergieran el
reconocimiento y la reconciliación. Esto sucedió el 20 de septiembre de 1468 en
el compromiso del llamado Tratado de los
Toros de Guisando[22], donde se reconoce a Isabel como Princesa de
Asturias[23],
comprometiéndose a casarse “con quien su hermano Enrique IV consintiese y determinase: el Rey se reserva
el derecho a proponerla marido y la Princesa se reserva el derecho a rechazarlo”.
En Guisando
Enrique IV no declara que su hija Juana es ilegítima; sencillamente la excluye
de la línea sucesoria por miedo a un sector de la aristocracia. Isabel se
presenta a este encuentro caballera a la jineta de una mula cuyas bridas eran
llevadas nada menos que por el arzobispo Carrillo. De ese modo daba muestras de
su poderío.[24] Allí se oyó al Rey
proclamar a Isabel como “ Princesa
primera y legítima heredera”.El primer paso para convertirse en Reina de
Castilla estaba dado.
Tras rechazar como
pretendientes a Alfonso V de Portugal y a Pedro Girón, maestre de Calatrava,
huye de Ocaña donde estaba recluida y vigilada por el marqués de Villena,
eligiendo definitivamente por esposo a Fernando de Aragón heredero al trono de
este reino en el que gobernaba su padre Juan II. Otros
aspirantes para la mano de Isabel fueron Ricardo, Duque de Gloucester, hermano
de Eduardo IV de Inglaterra, y el duque Carlos de Guyenne, hermano de Luis XI
de Francia
Recordemos que
en abril de 1469 se celebraron Cortes en Ocaña para ratificar el Pacto de
Guisando donde el marqués de Villena propone de nuevo a Isabel que contraiga matrimonio
con el rey de Portugal Alfonso V, con el que ya se había realizado este intento
en 1465, llegando de Portugal un embajador para renovar esta petición. Ella
declina la oferta y Enrique IV le amenaza con encerrarla en el Alcázar de
Madrid, lo que no llegó a cumplir. Estas Cortes tenían dos objetivos fundamentales: jurar a Isabel
como heredera y acabar con la anarquía existente a través de una reforma de
gobierno[25]. En ellas tuvo lugar
también el momento culminante del binomio “expansión señorial-resistencia
antiseñorial”, que se expresó en una petición de los procuradores del tercer
estado: se lamentaban amargamente de la política regia de concesión de mercedes
a la alta nobleza, lo que era una llamada en toda regla a la resistencia
antiseñorial en Castilla.
No sería
Isabel la que rompió los acuerdos de Guisando sino el propio Rey al incumplir
todas sus promesas y al tenerla semicautiva y bajo continuas amenazas,
queriendo forzarla a una boda contra su voluntad e intentando además apartar a
Isabel de sus derechos sucesorios, casando a la princesa Juana con el hijo del
rey portugués. Enrique IV le acusaría, a su vez a ella, de romper los mismos
acuerdos al casarse con persona
sospechosa para Castilla, sin el consentimiento del Rey, y ello con
falsedad en las formas por la bula pontificia presentada por el arzobispo
Carrillo. Dadas estas circunstancias el Rey desheredaba a Isabel, ya que además
las leyes del Reino sentenciaban a los menores de veinticinco años que se
casaban sin la licencia paterna o de sus hermanos mayores bajo cuya protección
vivían. Pero Isabel no estaba viviendo en la Corte bajo la protección fraterna
sino que había sido llevada a la fuerza como indicamos anteriormente.[26]
Su
decisión de contraer matrimonio con Fernando fue el resultado de un fino
cálculo político, el medio de concluir los prolongados enfrentamientos que
habían suscitado en Castilla la intervención de la rama menor de los
Trastámara, los infantes de Aragón, uniéndose de ese modo los dos únicos
representantes de ambas ramas que venían creando lazos de parentesco entre las
familias reinantes.
Los esponsales
de Isabel y Fernando (entonces Rey de Sicilia) fueron firmados por los
prohombres de ambos pretendientes en Yepes (Toledo) localidad cercana a Ocaña: “Pierres
de Peralta (embajador en Castilla del rey Juan II de Aragón) se dirigió a Ocaña
desde donde tendió sus redes diplomáticas en todas las direcciones. Pacheco era
dueño de la villa. Carrillo había fijado su morada en Yepes, vecina villa de su
arzobispado. Los agentes aragoneses Ferrer y Fatás se encargaron de tomar contacto
con los íntimos de Isabel, Chacón y Cárdenas (sin olvidar a Alfonso de
Quintanilla, su contador mayor y también hombre clave de todo su reinado) y de
establecer estrecho contacto entre Yepes
y Ocaña, localidad en la que residió la Princesa desde la segunda decena
de octubre hasta la marcha a Valladolid, en marzo de 1469, quizás los meses más
decisivos de toda su vida”.[27]
Comienza así
dicho documento:
”Cartas de seguridad dadas por el arzobispo
de Toledo Don Alonso Carrillo y el condestable de Navarra Mosén Pierres de
Peralta; a los Señores Comendadores Don Gonzalo Chacón y Don Gutierre de
Cardenas por lo que ofrecen aprovar, y ratificar cuanto estos tratasen en razon
delos Desposorios de la Señora Princes Doña Isabel, con el Rey de Sicilia Don
fernando (…)Por ende Yo el dicho Arzobispo de Toledo aseguro e prometo a vos
los sobredichos Comendadores Gonzalo Chacón e Guiterre de Cardenas que los
sobre dichos Reyes é cada uno dellos teznan, guardaran, é conplirán, todo de
por ellos asi fecho, é prometido, é capitulado, é apuntado, é jurado, é
tratado…segund se asentó(…) Fecha fue en
la nuestra Villa de Yepes a seis Dias de febrero, año de mill é cuatrocientos é
sesenta é nueve años=Arzobispos Toletanus= E Yo el dicho Ferrand Martines,
Secretario y Tesorero de la Dicha Señora Princesa fui presente á todo lo que
dicho es en uno con los dichos Testigo (…)”.[28]
Inmediatamente, Gómez Manrique y Pierres de Peralta se
dirigieron a Cervera (Lérida), donde estaba el príncipe aragonés. El día 7 de
marzo de 1469 Fernando y Gómez Manrique firmaban unas nuevas capitulaciones
matrimoniales. Según el cronista Palencia el día 14 de octubre tiene lugar la
primera y única entrevista de los novios antes de su matrimonio.
El día 19 de
octubre se celebró la ceremonia civil en el palacio de los Vivero, en
Valladolid, en un acto público en el que Fernando prestó juramento de
obediencia y cumplimiento de las leyes y fueros, cartas, privilegios, buenos
usos y costumbres del reino, preceptivo en Castilla para todos los herederos y
sucesores que les corresponde reinar. Al día siguiente tuvo lugar la ceremonia
religiosa y la misa de velaciones en el altar mayor de la iglesia de Santa
María la Mayor, principal iglesia de la ciudad entre el siglo XI y el XVI, en
cuyos terrenos se levantaría posteriormente la catedral[29].
Aquella noche consumaron el matrimonio según las formas acostumbradas. Isabel
se convierte en esposa del futuro rey de Aragón que pasaría a llamarse Fernando
II.
Alonso de
Palencia, secretario personal de Isabel fue el verdadero artífice de esta unión
matrimonial, junto a Gutierre de Cárdenas, persona fiel que le prestó su ayuda
en muchas ocasiones y en cuya casa vivió Isabel en momentos de apuro y
necesidad encubierta.[30]Cárdenas,
hombre de la máxima confianza de la princesa Isabel, sería el encargado de
promover sus derechos al trono de Castilla. En sus negociaciones con Enrique IV
ella se titula: “Isabel por la gracia de
Dios, Princesa e legítima heredera subcesora en estos regnos de Castilla y León”.Estamos
en una nueva etapa de su vida: ahora es la Princesa heredera del trono.
El arzobispo
Carrillo había preparado anteriormente una bula papal falsa del papa Pío II,
que llevaba fecha de 28 de mayo de 1464 (cinco años antes de la boda) para
lograr la dispensa la consanguinidad de Isabel y Fernando (eran primos
segundos, teniendo como antepasado común a Juan I de Castilla) y posibilitar la celebración del
matrimonio. El sucesor de Pío II ( muere en 1464), Pablo II, se negaba a
conceder la dispensa pontificia. Pero tras su fallecimiento, el nuevo Papa, el
franciscano Sixto IV, después de una serie de negociaciones en las que estaban
en juego múltiples intereses de un lado y de otro, promulga una Bula,
concretamente el 1 de diciembre de 1471, que legalizó el matrimonio, aunque ya
contaban con una dispensa extrasacramental del Legado Papal Veneris, de 19 de
octubre de 1469.
Este
matrimonio, cuya ceremonia fue oficiada por el arzobispo Alonso Carrillo (“Isabel
estará siempre orgullosa de haberse casado libremente y de la mano de un gran
prelado”) supuso el enfrentamiento entre Enrique IV e Isabel declarando el
primero ilegal su nombramiento como Princesa de Asturias, reconociendo ahora a
Juana como heredera legítima y desheredando a Isabel en la conocida como Declaración
de Valdelozoya, el 25 de octubre de 1470, originándose un nuevo período de
luchas y caos político, estando
apoyada Isabel por la familia de los Mendoza y Fadrique Enríquez, almirante de
Castilla.
En diciembre
de 1474 se producen dos hechos trascendentales: la reconciliación en Segovia
entre Enrique, Isabel y Fernando, y la muerte del Rey la noche del 11 al 12 en
Madrid, sin dejar testamento. El día 13, inmediatamente después de los
funerales de Enrique IV, Isabel tomando
como base el tratado de los Toros de Guisando, se proclama Reina de Castilla en Segovia, enfrente de la iglesia
de San Miguel, a pocos metros de la Plaza Mayor. La ceremonia de proclamación
era parte integrante del proceso de exaltación al trono. Lo ocurrido en Segovia
debía ser difundido por todo el reino. El 16 de diciembre la Reina escribía a
todas las ciudades con voto en Cortes para comunicarles su proclamación: “Os hago saber que después de proclamadas las
exequias y honras, como a su real persona pertenecía, los caballeros y prelados
que a la sazón conmigo se hallaron en esta muy noble y leal ciudad de Segovia,
juntamente con el concejo, justicia y regidores de ella(…) me dieron la
obediencia y prometieron la fidelidad con las solemnidades y ceremonias
acostumbradas, según las leyes de mi reino lo disponen(…)[31]
Era una
política de hechos consumados que provocará la guerra entre Isabel y sus
partidarios, que apoyan una monarquía estable y consolidada, frente a Juana y
sus aliados, curiosamente los que anteriormente la consideraban ilegítima,
pretendiendo consolidar sus derechos feudales y relegar la monarquía a un plano
meramente formal.
La situación
de Castilla a la muerte del rey Enrique IV no era muy boyante : la nobleza
dividida en bandos, los pueblos alterados y descontentos, el patrimonio real
disipado, despreciada la justicia, corrompida la moneda, las Cortes sin
autoridad y sin fuerza la monarquía. Este rey no fue amado ni temido, aunque derramó las
mercedes a torrentes, dando a unos porque les sirviesen, a otros por reducirlos
a la obediencia, sufriendo la persecución de ingratos y traidores.
Según Tarsicio
de Azcona: “La reina Isabel I de Castilla debió a una revolución injusta que el
rey le declarase Princesa y primera
legítima heredera. En consecuencia y en conciencia, defendió con inaudito tesón
dicho nombramiento. Esto le valió el trono y un reinado con más luces que
sombras”.[32]
Isabel, que en principio no tenía
ninguna posibilidad de ser una figura protagonista en Castilla más que aquella
que le proporcionaba su rango real de mujer segundota, ha pasado a ser Princesa de Asturias, madre y esposa y reina, comenzando su trayectoria como mujer de Estado y figura de la Historia de
España.
El 15 de enero
del nuevo año de 1475 tiene lugar la denominada Concordia de Segovia o
Acuerdo de Gobernación del Reino, por la que se definen las líneas maestras
de la gobernación de los reinos de Castilla y Aragón y se produce un reparto de competencias entre ambos monarcas. Por dicha sentencia arbitral se
reiteraban los derechos de Isabel como
reina y propietaria de Castilla, sin desdeñar el objetivo de unir
definitivamente las coronas de Castilla y Aragón, consolidando al mismo tiempo
el Estado. Valga esta expresión de la citada Concordia: “nos la reyna Isabel,l legitima subcesora y propiestria de los dichos
reynos”. Desde ese momento los
esposos formarán un bloque imposible de dividir y con esa firmeza puedieron
hacer frente al estallido de la guerra.
Se estipulaba
que todos los documentos se redactarían en nombre del Rey y la Reina. El nombre
del Rey aparecería primero, pero las armas de la Reina se colocarían delante:
“La Reina se reservaría la provisión de cargos públicos en Castilla; los
beneficios eclesiásticos se concederían de común acuerdo, pero en caso de conflicto
decidiría la Reina; los asuntos administrativos y judiciales se regularían de
común acuerdo cuando los reyes estuviesen juntos y si no por separado. Los
reyes quedarían asociados en todos los actos del poder: no sólo los documentos
oficiales estarían redactados en nombre del Rey y de la Reina, también el sello
sería uno solo, con las armas de Castilla y Aragón, y del mismo modo, las
monedas llevarían la efigie y el nombre de los dos soberanos.”
Isabel, al empezar la guerra
civil, da amplísimos poderes a Fernando. Cada monarca tendrá unos símbolos
distintos que se repetirán tanto en las acuñaciones de moneda, como en
edificios públicos, escudos, etc. El haz de flechas, atadas con una cuerda,
identificarán a Isabel, mientras que el yugo con el nudo gordiano, aludirán a
Fernando. Será precisamente de este nudo gordiano del que se deriva la famosa
expresión “Tanto monta”, inspirada en
Alejandro Magno y sus hazañas, y que al parecer Antonio de Nebrija transmitió a
Fernando quien la hizo suya como emblema personal, lo que llevó a Maquiavelo a
inspirarse en él para escribir el famoso Príncipe.
Para
Ruiz Doménech, cuando Fernando se doblegó a los intereses de Isabel, dejó de
ser por momentos el político que tanto alabarán Maquiavelo y Gracián para
metamorfearse en el rey-soldado que deseaba la Reina y su grupo de amigos.[33]
A partir de
estos momentos, desde 1475 y hasta 1479 Castilla se va a ver envuelta en
una Guerra Civil cuyo desarrollo y triunfo lleva a Isabel a ocupar
definitivamente la Corona de este Reino. Sería reina de Castilla entre 1474 y
1504; reina consorte de Sicilia a partir de 1469 y de Aragón desde 1479.
La guerra civil o de Sucesión fue también una guerra
internacional al participar en ella Portugal y Francia apoyando a Juana,
mientras que Aragón rinde su apoyo a Isabel. La derrota portuguesa en las
cercanías de Toro (1 de marzo de 1476) y las dificultades francesas para
invadir tierras guipuzcoanas, gracias a la labor de la marina vasca, inclinan
la balanza a favor del bando isabelino. Los Tratados de Alcaçovas-Toledo
(septiembre de 1479 y marzo de 1480) ponen fin a la contienda y desde ese
momento Isabel está firmemente asentada en el trono.
En este conflicto tan decisivo para la
trayectoria futura de Castilla, Isabel estaría también apoyada por sus grandes
amigos entre los que destacaba el cardenal Pedro González de Mendoza y los
aragoncistas castellanos. Mientras Juana contaba con el respaldo de Pacheco y
Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo (el prelado de la política banderista,
descontento ahora con Isabel por el vertiginoso ascenso de los Mendoza) y su
tío Alfonso V de Portugal, decidido a sostener su honor.
Juana “la Beltraneja”, tras la
guerra civil, eligió el retiro espiritual en el convento de Santa Clara,
extramuros de Coimbra. Al acto de la profesión y como testigos, los reyes
enviaron a Fray Hernando de Talavera y al doctor Alonso Manuel de Madrigal. El
15 de diciembre de 1480 se levantó acta notarial de la citada profesión. Era el
cumplimiento de las Tercerías de Moura.[34]
Por
último, nos ocuparemos de describir a Isabel I “la Católica” como una doctae puellae en el conjunto de mujeres
que tuvieron en Castilla una vigencia significativa, en el contexto de la
denominada en Europa, Querella de las
Mujeres.
La Reina leía
asiduamente entre sus libros el de la Vida
Christi “Cartujano”, en latin, que mandó traducir a Fray Ambrosio de
Montesinos para que “lo pusiese en la
lengua familiar de nuestra Castilla y servicio de todos los devotos de España”.
Este libro sería manejado y utilizado posteriormente para sus intereses
místicos por Santa Teresa de Jesús o San Ignacio de Loyola.
Mandó imprimir
también El Libro de las Donas para
que sirviera de lectura edificable de la mujer. Instituyó el Tribunal de la Audiencia de los Descargos de
su conciencia para atender en el menor espacio posible a todo el que
tuviese una reclamación que hacer:
“bienes perdidos en la guerra, pensiones de viudas, huérfanos de guerra contra
los moros, etc”.
Las mujeres
humanistas castellanas, las doctae
puellae, fueron excepcionales, expertas en el saber clásico, ubicadas en el
contexto intelectual propio del Renacimiento y
del Humanismo. Su extracción social era generalmente de la pequeña y
alta nobleza, o bien de miembros de la Corte, de altos funcionarios o descendientes
de personas ilustradas.
Entre ellas
destacamos a Beatriz Galindo “la
Latina”(quizás la mujer más culta y refinada de su tiempo), Florentina
Pinar (la primera poetisa conocida en lengua castellana), Luisa Medrano (
catedrática en la universidad de Salamanca), Teresa de Cartagena y Saravia (
sordomuda, monja y excelente escritora),
Luisa Sigea de Velasco (una niña prodigio que dominó pronto el latín, el griego
y el hebreo, fascinando a los hombres cultos de la época) o Juana de Contreras,
humanista perteneciente a la nobleza castellana. Asimismo
debemos mencionar a otras doctísimas en letras latinas y griegas como Ángela de
Carlet, Isabel de Vegara, Doña Mencía de Mendoza, y fuera del ámbito castellano
a la valenciana Isabel de Villena que fue una religiosa y escritora, la primera
conocida en lengua valenciana, con su obra “Corpus Christi”. Por último, citar
por su importancia como doctae puellae a
la italiana Laura Cereta,“una de las primeras mujeres feministas que defendía
el derecho a la educación de la mujer”. Entre este colectivo de
mujeres, la tradición cita siempre a la reina Isabel I y a sus hijas Juana,
Catalina, Isabel y María. La propia reina fue una mujer versada en letras,
poseedora de una extensa biblioteca y colección artística. Gran defensora del
derecho de sus hijas a heredar y gobernar el puesto de su madre, haría de
éstas, mujeres doctas en diversos conocimientos literarios, dominando a la
perfección la lectura y la escritura (actividades complementadas con el tiempo
de ocio cortesano, evitando así cualquier reseña de herejía frente a la
Inquisición), como instrumentos necesarios para el autogobierno y la defensa de
la Corona y de su propio puesto. Sobresalió
en este sentido Catalina de Aragón, reina de Inglaterra y mujer de Enrique
VIII, que destacó por ser la primera embajadora en la historia de la diplomacia
española y cuya importante labor de mecenazgo y promoción hacia los humanistas
fue muy relevante. Sería reconocida como una mujer importante por su gran
preparación intelectual en general ,y humanista en particular, por Tomás Moro.
La Reina Isabel como
estadista. Aspectos relevantes de su obra en Castilla y Toledo. Las Cortes de
1480.
Diferenciar
las actuaciones de Estado de cada uno de los Reyes Católicos no es fácil, por
lo que indicamos de antemano que, las que aquí señalamos como propias de la
reina Isabel, no siempre guardan ese particularismo diferenciador.
Sí podemos
indicar que Isabel siempre estuvo detrás de cualquier decisión importante como
correspondía a su figura de estadista. Nunca se doblegó a las decisiones de los
demás que no compartía ni en el ámbito peninsular ni internacional.
Fue una mujer
portadora de una gran condición femenina y capacidad para el gobierno,
anticipándose a su tiempo. Su reinado, junto al de su esposo Fernando, servirá
de puente entre dos épocas, la medieval
y la renacentista.
En sus treinta
años de reinado (1474-1504) se diseñó nada menos que la percepción y estructura
de Castilla y de la Monarquía Hispánica para los siguientes doscientos años. Algo nuevo empieza en España, escribe
Diego de Valera, a principios de 1476, en El
doctrinal de Príncipes.
Adoptó algunas
medidas que denotan su feminidad como la exigencia a su marido, el rey Fernando,
de la norma jurídica mediante la cual las mujeres en Castilla podían reinar y
no sólo transmitir derechos sucesorios. Norma vigente hasta el siglo XVIII que
se sustituyó por la ley Sálica.
Entre sus
primeras actuaciones significativas destacamos la imposición que realizó sobre
la añeja rebeldía nobiliaria en Castilla, que tanto afectó al reinado de
Enrique IV, poniendo orden en sus territorios. Inestabilidad política que venía
arrastrándose desde tiempos de su padre Juan II y que se acrecentó en el
reinado de su hermano Enrique IV. Castilla era el mayor reino peninsular
dominado económicamente por la nobleza y la alta burguesía, y que tiene en sus manos la producción lanera.
Ella siempre tuvo claro que era la Reina y dueña de
Castilla desde la Sentencia Arbitral de Segovia. Sus actuaciones, entre otras,
como Reina y estadista estuvieron enfocadas a: reforzar la monarquía
autoritaria, impulsar el desarrollo económico de la burguesía, puso en el sitio
que les correspondía a la nobleza y las Órdenes Militares, introdujo a Castilla
en la diplomacia europea y la extendió por mundos desconocidos, modernizó el
Estado, se comprometió y potenció el desarrollo de la cultura humanista y del
Renacimiento, hizo del catolicismo la religión oficial excluyendo las otras.
terminó la Reconquista e impulsó y favoreció la conquista de un Nuevo Mundo.
Realizó
una serie de medidas que ayudaron a sentar las bases del Estado moderno y a alcanzar
la unidad territorial, proyectando la Corona como potencia internacional.
En materia
religiosa dictó algunas leyes como la reforma de las órdenes religiosas, la
creación de la Inquisición y la expulsión de los judíos. Los monarcas se
erigieron los garantes de la Iglesia y de la conservación de la fe.
Junto a su marido
Fernando participó en las grandes decisiones de Estado como, por ejemplo, la
ocupación de Granada en 1492, último de los reinos en poder de los musulmanes
en la Península Ibérica. Poco después decretaba la expulsión de los judíos, y en
su nombre, y con su apoyo, Cristóbal Colón llegaba al continente americano. Su
matrimonio con Fernando no podemos olvidar que fue el comienzo de una fase de
unificación histórica.
La marcha
hacia la unidad territorial se realizó desde y por Castilla, el reino
peninsular más importante, con mayores recursos humanos y económicos y donde la
monarquía tenía más libertad al no estar limitado su poder por las Cortes ni
por los fueros nacionales.[35]
No podemos
olvidar que la modernidad en el siglo XV pasaba por el concepto de uniformidad.
En la época de la reina Isabel I, todos los Estados, todas las monarquías realizan
un proceso de unificación en lo cultural, lo religioso, lo administrativo y las
costumbres.
La política
exterior de los dominios unidos por los Reyes Católicos estuvo igualmente
dirigida por Castilla, que tuvo en cuenta tanto los intereses atlánticos
castellanos como los mediterráneos de la Corona de Aragón. La confluencia de
ambos llevarán a los Reyes Católicos a intervenir simultáneamente en Italia y
en Flandes para contener a Francia, una de las mayores potencias europeas en
los tiempos de Luis XI y sus sucesores.
En pocos años,
Castilla, dirigida por el timón de la reina Isabel, logra superar las
divisiones internas y la guerra civil endémica que arrastraba desde el siglo
XIII, imponiendo su autoridad a nobles y ciudades y su hegemonía monárquica
sobre todos los reinos peninsulares con la única excepción de Portugal.
La Reina se
impuso con firmeza a la belicosidad de la nobleza presentándose ante el pueblo
como una gran amante de la justicia, principal motivo de su popularidad. El
pueblo llano ya estaba harto de los desmanes cometidos por los nobles en
reinados anteriores con la anuencia de los reyes de turno. Veía de buen grado
como la Reina recortaba las concesiones económicas a los nobles y ajusticiaba a
los rebeldes como fue el caso del marqués de Pardo de Cela, principal culpable
de las Guerras Irmandonas en Galicia,
o creándose instituciones para proteger a los más desfavorecidos como las
citadas Audiencias o Chancillerías, además de extender el nombramiento de
corregidores a todas las ciudades.
También fueron
ejemplos de tensión y enfrentamientos heredados por los Reyes Católicos en
Castilla los conflictos que protagonizaban judíos, conversos, criptojudíos y
cristianos viejos. Es en este clima crispado en el que deciden intervenir los
Reyes de un modo radical resucitando el medieval tribunal de la Santa
Inquisición, remodelado y vigilado por la Corona con la expresa aprobación del
Papa.[36]
Castellanos,
aragoneses y navarros, unidos bajo la dirección de Castilla, controlarán en la
época moderna gran parte de Europa y América. De la mano de la reina Isabel I
llegó a España el primer Estado moderno de la historia que ya se venía gestando
desde tiempo atrás y que se plasmó en una Monarquía Católica que utilizó como
esquema fundamental la unión de reinos que constituía la Corona de Aragón. Una
Monarquía Hispánica que adquiere además proyección universal. La Castilla de
Isabel miró hacia el Occidente, reconociendo en los nuevos súbditos otra forma
de concretar esa misión que le había sido confiada desde que se ciñó la corona
en Segovia. Un continente entero le fue entregado a Castilla para incorporar
también a la Iglesia católica en el que las energías de la Reina estarán dedicadas
a hacerles llegar la fe de Cristo hasta el último rincón de América.
Uno de los
pilares de ese Estado viene marcado por lo que Luis Suárez denomina el máximo religioso, es decir, un orden
moral que rige todos los asuntos del gobierno de Castilla de la mano de la Reina Isabel.
Castilla, de
la mano de los Reyes Católicos, realizó también una política de atracción del
pontificado cuya colaboración era necesaria para que los monarcas asentaran su
poder, ya que sus pretensiones eran las de nombrar a los obispos y controlar
las órdenes militares, verdaderas potencias económicas y militares sin cuya
colaboración y acatamiento la paz no sería posible en Castilla.
Aquí se
celebraron, en el reinado de Isabel, I las dos convocatorias de Cortes más importantes
de todo el reinado: las de Madrigal (1476) y posteriormente las de Toledo (1480), hito fundamental en la
reorganización política de la Corona de Castilla.
En ambas
Cortes se hizo una llamada y se reguló la efectividad de la maquinaria
institucional de la monarquía. Especialmente las de Toledo fueron claves para
la construcción del Estado Moderno.
Castilla, durante este reinado, contempló
también el desarrollo de un importante elenco de producción literaria y
artística (el arte en la mayoría de los casos estuvo al servicio de la
exaltación de la grandeza de la monarquía) que se plasmó en la producción de
numerosas obras culturales, como la normalización de la lengua castellana
gracias a la gramática de Nebrija o la difusión de la imprenta, con la primera obra
impresa en 1472: El Sinodial de
Aguilafuente.
La Reina poseyó
una gran y selecta biblioteca y fue una gran promotora y coleccionista de obras
de arte, así como una mecenas relevante. Fundó una biblioteca en el monasterio
de San Juan de los Reyes y otra en el alcázar de Segovia, así como su legado
bibliófilo a la capilla real de Granada. Tenía un excelente equipo de copistas
y encuadernadores para estos menesteres bibliográficos Entre 1499 y 1503 se hizo un inventario de sus
libros lo que nos permite conocer sus preferencias lectoras.
Isabel I fue
una Reina que tuvo una gran actividad viajera, aspecto que llama la atención
por su inclinación a la vida itinerante. Entre los lugares donde residió
citaremos a Segovia, Ávila, Valladolid, Toledo, Dueñas (Palencia), Tordesillas,
Burgos, Zamora y Extremadura, entre otras ciudades y poblaciones. En estos
desplazamientos habita en alojamientos ajenos, utilizando normalmente casas
nobiliarias (como la de los Condestables en Burgos, la famosa “Casa del Cordón”)
o monásticas o campamentos militares en épocas de confrontaciones bélicas como
en la Guerra de Sucesión o la conquista de Granada.
La
Reina Isabel y Toledo. Las Cortes de 1480.
Toledo
históricamente ha sido mecenas de ese saber prohibido, velado, cargado de magia
atesorada en sus callejones que albergan, tras su empedrada y recia muralla,
innumerables secretos entre la luz y la tiniebla.
Decir Toledo en esa época era decir inquietud y
confrontación. Ciudad de facciones nobiliarias y bandos permanentes en los que
participaba sin rebozo el cabildo, corporación formada mayoritariamente por
vástagos de las grandes estirpes castellanas. La Reina sabedora de estas
circunstancias que venían ya de años atrás, tomará partido en su abolición, imponiéndose
a ellas como a otras coyunturas similares. Toledo no era una ciudad aislada de
luchas internas y tumultos nobiliarios.
La inestabilidad política y social era, no obstante,
una constante en Castilla desde tiempos atrás, y premisa de primera línea en la
mente de la Reina, cuyas circunstancias había vivido desde tiempos de su padre.
La pugna de bandos nobiliarios
principalmente motivaron el nombramiento por primera vez en la historia de Toledo,
de un corregidor, Gómez Manrique, que era procurador
por la misma ciudad. Ocupó su cargo de corregidor en esta ciudad desde el 17 de
enero de 1477 hasta su fallecimiento en 1490. Siempre tuvo una excelente
relación con la Reina católica. Recordemos que intervino para concertar los desposorios entre Isabel y
Fernando de Aragón y él fue el encargado de escoltar a Fernando por tierras castellanas para la celebración de su boda
con la entonces infanta Isabel.
Era sobrino de don Iñigo López
de Mendoza, marqués de Santillana, nieto de Don Diego Hurtado de
Mendoza y hermano del maestre Rodrigo Manrique. Estuvo casado con
Juana de Mendoza, camarera mayor, consejera
preceptora y guarda de las damas que se educaban en la Corte, y amiga de
la Reina Isabel.
A propósito de estos hechos,
reproducimos el original y la trascripción de la carta dirigida por la reina
Isabel a Gómez Manrique, dada en Valladolid el 18 de febrero de 1477. La carta,
escrita con su puño y letra, es un fiel reflejo de su carácter. Autoriza al
poeta a ir a la corte haciéndole recomendaciones al respecto. Se trata de una licencia oficial para que Gómez
Manrique apresure su viaje en atención al estado de salud de su mujer, Juana de Mendoza, a
la que están dirigidas, por cierto, las obras de la monja sordomuda, escritora
mística y doctae puellae, Teresa
de Cartagena.
La importancia de esta
misiva es la de ser uno de los pocos documentos conservados en España con texto
autógrafo de la reina Isabel I.[37]
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TRANSCRIPCIÓN
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El citado
corregidor toledano pronto dio, una vez más, muestras a los Reyes de su
fidelidad y de sus dotes de gobernar, afrontando con inteligencia y valor
diferentes conjuras auspiciadas por el turbulento prelado, el arzobispo Alonso
Carrillo, defensor ahora de los intereses del rey Alfonso V de Portugal ,de Juana “la Beltraneja” y del marqués de
Villena. Contra este último dirigió sus tropas en la primavera de 1479 con la
finalidad de ocupar su castillo de Escalona. En esta campaña, cerca de las puertas
del castillo de Garcimuñoz, moriría su sobrino, el insigne poeta Jorge
Manrique, el protagonista de las famosas Coplas a la muerte de su padre.
Durante su
mandato se comenzó la construcción de muchas Casas Consistoriales dejando
escritas en el ayuntamiento de Toledo la mejor comunicación de su gobierno, las
dos famosas quintillas que admiramos en la escalera principal de esta
institución municipal:
“Nobles,
discretos varones que
gobernáis
a Toledo en aquestos
escalones
desechad las aficiones,
codicias,
amor y miedo.
Por
los comunes provechos dexad los
particulares:
pues vos fizo Dios
pilares
de tan riquísimos techos,
estad
firmes y derechos.”
Su
talento de excelente gobernador perdura en nuestro Siglo de Oro, tanto que Lope
de Vega lo introduce en alguno de sus dramas.
La importancia de Toledo era realmente significativa
especialmente por la situación socioeconómica de su arzobispado. Los obispos de
Toledo no tenían fisonomía de monjes ni de frailes sino de señores y a veces de
monarcas. De hecho eran capaces de quitar y poner coronas. Muchos de los
prelados de Toledo, practicaron la turbulencia política y militar en la época
de la mayoría de los monarcas de la dinastía Trastámara, como fue el caso del belicoso
y partidista arzobispo Alonso Carrillo. No olvidemos que representaban a la
Iglesia primada de Castilla y procedían de las filas de los parientes reales y
de la alta nobleza castellana.
En Toledo
comenzó también la reforma de las órdenes religiosas puesta en marcha por el
cardenal Cisneros, iniciándose por los franciscanos. La iglesia de Toledo era la
primada de Castilla y el espejo de las iglesias de España. Sus primados
procedían de las filas de los parientes reales y de la alta nobleza castellana.
En relación con la religión y Toledo parece necesario
citar el documento más antiguo que hemos
encontrado en los archivos toledanos referido a esta ciudad. En él se recoge la
restauración por parte del rey Alfonso VI del culto cristiano en la Catedral de
Toledo, el día 18 de diciembre de 1086. Su texto es de suma importancia para la
historia de la capital toledana.[38]
A esta ciudad acude Isabel buscando aliados en la
Guerra Civil Castellana mandando cartas
a la ciudad para asegurarse su obediencia, prometiendo a los toledanos a cambio
respetar sus privilegios perdonando sus
alteraciones pasadas.
Posteriormente visitaría la ciudad en la primavera de
1475 donde fue muy bien acogida, para intentar sin éxito reconciliarse con el
arzobispo Alonso Carrillo que perdería posteriormente todos sus bienes. También
lo haría en 1477 para celebrar el triunfo de la batalla de Toro, dejando la
ciudad a finales del mes de febrero y quedando ya nombrado Gómez Manrique como
corregidor con el mandato expreso de imponer el orden en la ciudad de forma
tajante y de aniquilar todo tipo de bandos nobiliarios.
El 8 de febrero de 1483, a petición del Ayuntamiento
de Toledo, que se quejó de que en la ciudad, tanto los cristianos como los
moros y judíos trabajaban los domingos, los Reyes Católicos mandaron que se
cumpliese la disposición que en 1387 se había acordado en las Cortes de
Briviesca, prohibiendo que nadie
trabajase en domingo ni en días festivos y que, en esos días, los moros y los
judíos no trabajasen en público ni en lugares privados.
Asimismo los
Reyes Católicos, en consonancia con sus principios de gobierno y la legislación
precedente, decidieron aplicar las leyes discriminatorias y segregacionistas,
relativas a judíos y mudéjares, promulgadas en el Ordenamiento de Valladolid de 1412 (las cuales limitan
sensiblemente la libertad de los judíos y su participación en la vida pública,
anulando la autonomía política de las aljamas y los fundamentos de su vida
económica) que fueron confirmadas en la
Sentencia Arbitral de Medina del Campo de 1465, pero que no venían teniendo
efectos prácticos en la Corona de Castilla.
Isabel y Fernando
aprovecharon todos los conflictos urbanos para intervenir en las ciudades (caso
de Toledo) e imponer el orden monárquico en beneficio propio, intentando
atraerse a los sectores más influyente de éstas. En el plano económico la
intervención real se centra especialmente en los asuntos relacionados con la
fiscalidad (sisas y alcabalas) y con el comercio. La actividad de los
cambistas es otro de los ámbitos económicos en que intervienen los Reyes. Este fue también el caso de Toledo.
Entre los
documentos Oficiales que relacionan a los Reyes Católicos con Toledo tenemos El registro General del Sello ,
conservado en el Archivo General de Simancas (AGS) que nos permite conocer las
relaciones de estos monarcas y de sus consejos con la ciudad de Toledo, aunque
es evidente que muchos de los documentos enviados a la ciudad han desaparecido.
Ante la
carencia de libros de acuerdos municipales es de gran utilidad para conocer las
resoluciones del ayuntamiento de Toledo durante el reinado de los Reyes
Católicos el Cuaderno copiador de
ordenanzas difundido mediante pregón entre 1457 y 1518. Notable interés
tiene la documentación otorgada por estos Reyes a la ciudad de Toledo.[39]
Asimismo
debemos destacar una real provisión fechada el 6 de mayo de 1504 como el último
documento que lleva la firma autógrafa de la reina Isabel (También lleva la del
Rey) y sabemos por éste y otros que están en el AMT que la reina Isabel estuvo
en al ciudad en mayo de 1475 y en septiembre de 1502, así como que ambos
monarcas firmaron allí documentos entre febrero y marzo de 1477 y entre marzo y
julio de 1480 con motivo de la celebración de las Cortes.
REAL PROVISIÓN DE 6 DE MAYO DE 1504. ÚLTIMO DOCUMENTO QUE LLEVA LA
FIRMA AUTÓGRAFA DE LA REINA ISABEL

Es muy relevante
la documentación municipal del citado Archivo Secreto que nos da muestras sobre
la colaboración de la ciudad de Toledo en las campañas seguidas por los Reyes
contra el reino de Granada. Por ejemplo el 16 de mayo de 1482, por una Real
Cédula dada en Córdoba, los Reyes solicitan de forma constante a Toledo el
envío de peones, ballesteros, lanceros y especialmente de espingarderos, así
como de dinero, hasta el final de la campaña nazarí.
Fue también
muy significativa la labor de los
monarcas en Toledo, ordenada de forma directa o indirecta, relacionada con la
salubridad e higiene de la ciudad, como la construcción del alcantarillado y el
empedrado de sus calles ordenado por el rey Fernando en un carta de 23 de
diciembre de 1502, conservada en el
mencionado Archivo Secreto.[40]
Adaptaron
espacios públicos(calles más anchas, plazas públicas, fuentes, conductos de
higiene, pavimentación, etc, que de alguna manera cambiaron aspectos del
armazón medieval de la ciudad. En ello influyeron, entre otros aspectos, la
presión del aumento demográfico y las mejores condiciones económicas de las
últimas décadas del siglo XV y principios del siglo XVI[41]
dando los Reyes Católicos muchas disposiciones al respecto.
Los años 1479 y 1480 fueron muy importantes para
la vinculación entre la ciudad de Toledo y los Reyes Católicos.
Sólo en Toledo me he sentido necia, dijo
la Reina Católica a su llegada a esta ciudad tras el gran recibimiento que le
hicieron con motivo de la celebración de las Cortes de 1480. En ella dio
gracias al Santísimo por la victoria de Toro que le ascendió al trono de
Castilla.
En Toledo
encontró la Reina a algunos de sus más fieles e importantes colaboradores
eclesiásticos y laicos como fue, en principio, el citado arzobispo Alonso Carrillo, tan amante de la guerra,
la alquimia y las letras, quien creó en
torno a él un gran círculo cultural con personajes muy interesantes entre los
que destacó también el mencionado Gómez Manrique, el creador del teatro
castellano.
Citar también
a Gutierre de Cárdenas, Gonzalo Chacón y al
propio Gómez Manrique y al también toledano Fray Hernando. de Talavera, su
confesor, al que llamaba “mi santo”,
consejero íntimo y confidente, del que algunos historiadores señalan que tenía
más confianza en él que con su propio marido. El citado jerónimo escribió la
obra dedicada a Isabel y titulada Lores
del Bien aventurado Señor San Juan.[42]
Para conmemorara
la decisiva batalla de Toro, en honor
del nacimiento del Príncipe Juan y por su gran devoción a San Juan Evangelista,
decide la Reina Isabel I construir en Toledo el monasterio de San Juan de los
Reyes (verdadero panegírico en piedra de la propaganda política isabelina) en
un solar de unas casas que habían pertenecido al duque de Alba. Su construcción
duró desde el año siguiente de la batalla de Toro hasta 1504, es decir prácticamente
lo que el reinado de Isabel “La Católica”. Este monasterio sería posteriormente
la escala del féretro de la Reina en su camino hacia Granada, el 28 de
noviembre de 1504, por deseo propio expresado en su testamento. [43]
La reina
Isabel pariría, en esta ciudad, en 1479 su tercer hijo, la princesa Juana , su
sucesora en el trono. Posteriormente serían jurados, el 22 de mayo de 1502,
ella y su marido en la catedral como herederos del trono, en cuyas puertas
también se forjó la leyenda mítica del caso del Niño de la Guardia cuya repercusión fue importante en la expulsión
de los judíos.
También en
Toledo, en la catedral, que fundó el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, serían
jurados la princesa Isabel y su esposo el rey don Manuel “el Afortunado.” Indicar
al respecto que en 1493, en pleno reinado de Isabel I, se termina de construir
la catedral de Toledo, según consta en una inscripción situada en el paramento
interior sobre la puerta de los Escribanos.
La relación de los Reyes Católicos con Toledo,
además de su constancia en el citado Archivo Secreto, se refleja asimismo en
trascendentes documentos- cuarenta y uno en concreto- pertenecientes a su
Cabildo de Jurados, mediante cartas y cédulas reales firmadas por los dos
monarcas o de forma separada, como las cartas fechadas el 3 de marzo de 1475 y
el 25 de octubre de 1509. La mayoría de estos documentos tratan temas de orden
interno de gobierno de la ciudad. Entre 1505 y 1515, una vez fallecida la Reina
Católica, la ciudad volvió a vivir una vez más el renacimiento de las
confrontaciones nobiliarias como fue el caso de los Ayala y los Silva o entre
los condes de Fuensalida y de Cifuentes.[44]
Pocas ciudades
españolas han estado tan vinculadas a la vida y a la obra de Isabel “la
Católica” como Toledo, ciudad de incalculable valor estratégico para su
política de unidad territorial.
Hay dos
momentos históricos a partir de los cuales observamos cómo Toledo pierde
importancia política. Uno es cuando se produce la toma de Granada, cuya
referencia e importancia pasa al primer plano e incluso se produce la inclusión
de “la granada”en el escudo de los Reyes Católicos. El otro es a partir de la
muerte de la Reina Isabel, en 1504, disminuyendo la relación de la ciudad con
las estructuras del poder monárquico.
Las Cortes de 1480
Fueron el acto
institucional más importante en el que participa la Reina Isabel en Castilla y
en Toledo.Estas Cortes, convocadas oficialmente el 13 de noviembre
de 1478, fueron retrasadas por las necesidades de la guerra civil y las
negociaciones de paz. Se pretendía cerrar un período de crisis y desorden y
comenzar una nueva etapa de paz y de reorganización del reino. Realmente se
pusieron en marcha en 1479 en la iglesia de San Pedro Mártir.
Los Reyes Católicos, en la
sesión inagural, después de invocar a la Santísima Trinidad, explican las causas
de la reunión de dichas Cortes: “Acordaros
de enviar mandar a las ciudades e villas de nuestros Reynos que enviasen los
dichos procuradores de Cortes así para jurar al Príncipe nuestro fijo,
primogénito heredero destos Reynos, como para entender con ellos e platicar e
proveer por leyes, para la buena gobernación destos Reynos”.
Como prólogo
los Reyes encargaron al doctor Alfonso Díez de Montalvo que revisase y ordenara
la legislación vigente para publicarla como un código conjunto, obra que se
terminó en noviembre de 1480 y pasó a ser conocida como el “Ordenamiento de Montalvo”.A
partir de ahora la potestad legislativa de los monarcas se basaría en este
ordenamiento y se expresaría a través de pragmáticas que lo completarían y
aclararían. Las leyes serían para los monarcas los pilares de su edificio
político que se proponían levantar. La ley y su respeto era la garantía de una
convivencia en orden y en paz.
Los
procuradores comenzaron a llegar a Toledo en el mes de enero, dándoles un trato
muy favorable para ganar su voluntad. El cardenal Mendoza se encargó de
establecer los principios de legitimidad y Fray Hernando de Talavera de definir
los deberes de compensación por los daños causados durante la guerra civil. El
preámbulo del Ordenamiento de las Cortes de Toledo comienza invocando la
victoria en la guerra y la consiguiente paz del reino lograda por la Corona.[45]
Esta asamblea marcaría el futuro
institucional de Castilla y pondría las bases del Estado nacional. En ellas se
forjó un programa de reformas que se
pondrían en práctica en los veinte años siguientes y que iba enfocado
deliberadamente al fortalecimiento del poder real.
Fueron probablemente el
acontecimiento legislativo y administrativo más importante del reinado de los
Reyes Católicos e incluso de toda la Edad Media española. Bisagra entre el
Medievo y el Estado moderno renacentista se acentuó en ellas el ejercicio del
poder sobre su división tripartita, adelantándose de esta manera tres siglos al
planteamiento teórico de Montesquieu. Toledo queda así encumbrada como “caput Hispaniae”.
Se eligió Toledo para celebrar
las Cortes, entre otras razones, para curar un proceso de agitación interna en
esta ciudad que había durado casi sesenta años, pensando además en jurar en ellas al Príncipe Juan, ordenar la
legislación y realizar la promulgación de nuevas y necesarias leyes, así como
desarrollar las obras del citado monasterio de San Juan de los Reyes. En estas
Cortes, entre otros aspectos de considerable importancia, fue donde se
estructuró de forma definitiva la nacionalidad española.
En ellas los monarcas
consolidaron la monarquía autoritaria frente a las formas feudales existentes,
siguiendo la línea política del pensamiento cesarista marcada por Alfonso X en
Las Siete Partidas, y acorde con la política imperante en Europa cuyos
representantes más relevantes son Luis XI en Francia, Enrique VII Tudor en
Inglaterra, y el emperador Maximiano en Alemania.
Reafirmaron la autoridad
monárquica de acuerdo con la nobleza y frente a las ciudades, cuya
participación fue meramente simbólica. En ellas se reorganizó la administración
de la justicia con un nuevo sistema de tribunales, audiencias y chancillerías
de las diversas instancias, así como el
Consejo Real Éste se transformó
en un órgano ejecutivo de gobierno y asesor de los monarcas al que se vinculó la dirección de la Mesta.
Estaría integrado por un prelado, tres caballeros y hasta ocho o nueve
letrados, ya no sólo eran magnates los integrantes del principal órgano de
gobierno[46].
Los Reyes pidieron a Roma que ningún cargo
eclesiástico fuera provisto sin su consentimiento, lo que les permitió controlar
al clero castellano. Después de estas Cortes se puso en marcha la Nueva
Inquisición y la figura del corregidor, un representante del poder real
con facultades judiciales y políticas en la vida municipal. De sus
deliberaciones salieron la normativa institucional necesaria para la
configuración del Estado moderno.
Las Cortes de
Madrigal de 1476 y las Cortes de Toledo de 1480 ordenaron la aplicación de las
leyes que establecían la reclusión de judíos y mudéjares en barrios apartados,
la prohibición de practicar ciertos oficios y la obligación de llevar señales,
al tiempo que les estaba vedado el uso de vestidos ricos, reservados al
estamento nobiliario, se les prohibía tener criados cristianos, comprar
propiedades territoriales por un precio mayor a los 30.000 maravedíes (80
ducados), así como ejercer todo cargo público que conllevase cualquier tipo de
jurisdicción sobre los cristianos, a lo que se unió la limitación de los
intereses en los préstamos. En concreto, las Cortes de Toledo dan a los
concejos un plazo de dos años para trasladar y segregar a los judíos a barrios
aislados, rodeados de murallas, para evitar su perniciosa influencia sobre
cristianos y conversos.[47]
La Reina Isabel tomó también en estas Cortes
la decisión de liberar de impuestos a los libros importados para facilitar su
recepción y difusión. Del mismo modo se tomó la relevante resolución de terminar
la guerra de Granada, el sueño acariciado por los cristianos peninsulares
durante ocho siglos de Reconquista .Toledo se ponía por delante del resto de las diócesis españolas
abanderando las contribuciones económicas para dicha gesta.
Otras decisiones significativas
tomadas en estas Cortes fueron: la promulgación para construir casas-ayuntamientos
en todas las poblaciones ,y se ratificaron los tratados firmados en Alcaçobas en 1479
. El sistema de corregidores fue mantenido íntegramente, aunque
obligando a éstos a someterse a una inspección
o juicio de residencia al finalizar su
mandato. En estas mismas Cortes, los Reyes
tomaron claramente postura a favor de la ganadería (era la principal fuente de ingresos del país y se hallaba controlada por la nobleza) al prohibir el
cobro de los impuestos sobre el ganado creado después de 1464.
El centro de
la monarquía dual y autoritaria de los Reyes Católicos (que por cierto nunca se
titularon reyes de España) basculó enseguida hacia Castilla, ya que era el territorio
más extenso, poblado y dinámico económicamente. Era un territorio más compacto
que la Corona de Aragón formada por seis reinos distintos (Aragón, Mallorca, Valencia, Sicilia, Córcega, Cerdeña) y que mostraba menor oposición al
intervencionismo real.[48]
Las Cortes
fueron clausuradas el 28 de mayo dándose publicidad al ordenamiento de las
mismas.
[1] Rey
de Sicilia (Fernando II, 1468-1474), Rey de Castilla y León (Fernando V,
1474-1504), Rey de Aragón (Fernando II, 1479-1516), Rey de Nápoles (Fernando
III, 1503-1516), y regente de Castilla y León (1506-1516) en nombre de su hija,
la reina Juana
[2] PÉREZ, J. La época de
Isabel I. Biblioteca virtual Cervantes.
[3] En 1499, poco antes de su muerte, la Reina Católica obligó
a entrar en este convento de agustinas de
Madrigal a dos hijas naturales del rey, llamadas Doña María y Doña Mª Esperanza
de Aragón. Posteriormente Carlos V cedió este convento a las madres agustinas
allá por 1525 por este motivo y para que mejoraran su alojamiento.
[4] RUIZ DOMÉNEC, J.E (2006).
Isabel la Católica o el yugo del poder. E. Península. Barcelona, p 24.
[5] FERNÁNDEZ
ÁLVAREZ, M. (2003). Isabel la Católica. Biblioteca Manuel Fernández Álvarez.
Biografías y memorias. Madrid, Espasa Calpe.
[6] SUÁREZ, L (2000). Isabel
I, Reina. Ariel. Barcelona, p 8.
[7] COLMEIRO, M. Cortes de los
antiguos reinos de León y de Castilla. Biblioteca Virtual Cervantes.
[8] SUÁREZ, L. Ob, cit, p10.
[9] RUIZ DOMÉNEC, JE (2006).
Ob.cit, p 39.
[10]
Véase al respecto GOLDBERG, H. (1974) Jardín de nobles doncellas, fray Martín
de Córdoba. A critical edición and study, Chapel Hill. University of Norht Carolina,
pp 135-136. y NIETO SORIA, J M. Ser reina: un sujeto de reflexión en el entorno
historiográfico de Isabel la Católica. Universidad Complutense de Madrid.
[11] DEL
VAL VALDIVIESO, I. (1474) La infanta que llegó a reinar. Isabel de
Trastámara e Isabel La Católica,
Princesa (1468-1474). Instituo “Isabel la Católica” de Historia Eclesiástica.
Valladolid.
[12] FERNÁNDEZ ÁLVAREZ. M.
Ob., cit.,p 161
[13] Posteriormente la reina Juana-apartada de la
Corte- daría a luz dos hijos gemelos (Andrés y Pedro o Apóstol) fruto de sus
presuntas relaciones adúlteras con D. Pedro Fonseca, sobrino del obispo del
mismo nombre, y canciller de la Casa de la reina.
[14] FLORIANO LLORENTE,
P.Problemas sucesorios de Enrique IV de Castilla. Universidad de Oviedo, pp
251-253
[15] Un
ejemplo se puede ver en la BRAH: Privilegio de Enrique IV, rey de Castilla, por
el que hace merced de la casa de Carrillo a don Alonso Carrillo, arzobispo de
Toledo”. D-13, folios 398 a 400.
[16] SUÁREZ, L. Isabel,
Reina.. Ob., cit., p17
[17] Juan
II de Aragón (1458-1479) y I de Navarra (1425-1479), era hijo de Fernando de
Antequera y de Leonor de Alburquerque. Se casó con Blanca de Navarra lo que le
convertiría en rey consorte de este reino. Al morir su esposa Blanca, se negó a
entregar el reino a su hijo y legítimo heredero el príncipe Carlos, “el
Príncipe de Viana”. En 1444, Juan contrajo nuevas nupcias con Juana Enríquez,
hija de Fadrique Enríquez, Almirante de Castilla Hijos de este segundo
matrimonio fueron Fernando (el futuro marido de la Reina Isabel) Leonor, María
y Juana; además tuvo numerosa descendencia en sus aventuras extramatrimoniales.
[18] En 1449 se forman Castilla una liga
nobiliaria que tiene el apoyo de Juan II de Aragón y del futuro Enrique IV de
Castilla. Este grupo se reúne en Coruña del Conde (Burgos) para conspirar
contra el condestable de Castilla, Álvaro de Luna. Enrique IV convierte la villa en Condado y se la dona a
la familia Mendoza. Desde entonces Coruña pasa a denominarse Coruña del Conde
[19] Crónica del Rey Don Enrique en Quarto de este nombre,
elaborada con posterioridad a los hechos. Se trata del texto medieval del que
más copias se conocen, ejecutadas en los siglos XVI y XVII
[20] El infante Alfonso de Castilla fue
sepultado junto a sus padres en la Cartuja
de Miraflores (Burgos).. Su sepulcro,
obra del escultor Gil de Siloe, está colocado en el lado del Evangelio de la iglesia
del monasterio.
[21] Recordar que su hermano Alfonso donó la villa de Medina del Campo a su hermana
Isabel.
[22]
SUAREZ. L. Ob, cita, p 43. Prefiere llamarlo
Pacto de Cadalso-Cebreros indicando lo erróneo de Pacto de los Toros de Guisando,
ya que según él en esta explanada no se hicieron pactos. Se hicieron actos pero
no se firmaron documentos.
[23]
Recordemos que el título de Príncipe de Asturias se atribuyó por primera vez en
las Cortes de Briviesca en 1387, reinando Juan I de Castilla, a todos los
herederos de la Corona de España.
[24] FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M, ob,
cit, pp 120-121.
[25] NIETO SORIA, J (2006) La
monarquía como conflicto en la Corona castellano-leonesa (1230-1504). Madrid.
Espasa Calpe, p 291.
[26] FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M.
Ob., cit. p 161
[27] AZCONA, T (1986). Isabel la Católica. Vol I .Madrid. Ed. Sarpe.. Biblioteca
de la Historia de España. pp 126-128 y 134.
[28] Seguro
emitido en Yepes el 6 de febrero de 1469.BRAH. Documento: 9/6483/ folio 445 y
ss. Recordemos que la localidad de Yepes pertenecía al Arzobispado de Toledo
desde que Alfonso VIII se la donó después de la batalla de las Navas de Tolosa Así
consta en el documento depositado en la BRAH: Colección Salazar y Castro,
9/237, C-15. Era arzobispo de la Sede toledana D. Rodrigo Jiménez de Rada., quien
tuvo una participación relevante en la batalla señalada. Fue fundador de la
actual catedral toledana y arzobispo de esta diócesis entre 1208 y 1249.
[29] SUÁREZ, L.(2004) Los
Reyes Católicos. Madrid. Biblioteca de Historia de España, p 65.
[30]
Cuando Isabel ve por primera vez a Fernando en el caserón de los Vivero, le
susurró Cárdenas“ese es, ese es”, quien luego puso en su escudo esas eses
entrelazadas. (ALCALÁ, A., ob cita, p 24).
[31] SUÄREZ., op cit., p 24
[32] AZCONA, T (2004).Isabel
de Castilla, bajo el signo de la Revolución (1464-1475).Valladolid.
[33] RUIZ-DOMÉNECH,
J. E (2004).Isabel la católica o el yugo del poder Ed. Península. Barcelona.,p
87.
[34] En paralelo al tratado de Alcaçovas se
negociaron las llamadas Tercerías
de Moura, que resolvían la cuestión dinástica castellana. A Juana de Castilla,
rival de Isabel por el trono de Castilla, se le imponía renunciar a todos sus
títulos castellanos y se le ofrecían dos alternativas: la reclusión en un
convento portugués o la boda con el príncipe heredero Juan de Aragón y
Castilla, si éste así lo decidía al cumplir los catorce años. La excelente señora, como la
llamaban en Portugal, eligió la opción religiosa, Concertaban la boda de la
infanta Isabel,
primogénita de los Reyes Católicos, con el heredero del rey
portugués llamado don Alfonso
que se celebró en 1490.
[35] MARTÍN, J .L (1999).
Historia de España: De la reconquista a los Reyes Católicos (siglos XIV y XV).
Ed. Espasa. Madrid, p 139.
[36] Las
horribles matanzas de judíos de 1391(por ejemplo en Sevilla y Toledo) que
habían provocado numerosas conversiones muchas de las cuales obedecían al miedo
y no fueron sinceras, lo que provocó un clima de recelos y tensiones, sospechas
y odios. Alonso de Espina,
franciscano, escribió una obra titulada Fortalitium Fidei en la que habla de los
peligros que para el cristianismo proceden de los herejes, musulmanes, los
diablos y los judíos. Entre las víctimas de las matanzas se encontraban
destacados artesanos, poetas y hombres de letras.
[37] AMT. Privilegios Reales y
Viejos Documentos I. Ob, cit. Documento número XIII .Isabel I.
[38] ACCT
Sig.D.2. Fol 1.1..Existe una copia en el AMT en la obra titulada: Privilegios
reales y Viejos. Documentos I. Signatura 49.Se trata de quinces textos datados
entre 1086 y 1566 de gran importancia para la historia de la ciudad de Toledo.
[39] GARCÍA RUIPÉREZ, M. La
documentación del Archivo Municipal de Toledo y los Reyes Católicos .Fondo del
Cabildo de Jurados y Archivo Secreto, cajón 7, legajo 1, número 9.
[40] Ver también al respecto
la publicación de Eloy Benito Ruano: “El antiguo empedrado de las calles de
Toledo”. Centro de estudios de los Montes de Toledo y la Jara, pp 143 a 146.
[41] Véase al respecto:
MARÏAS, F (1983). La arquitectura del Renacimiento en Toledo (1541-1631),T.I
pp: 126 y ss.
[42] GÖMEZ GÖMEZ J. M
Isabel la Católica y Toledo. Ediciones 77. Talavera Gráfica. S.L, pp
7-16
[43] AMT.
Archivo Secreto, cajón 1, legajo 4 número 64r.
[44] Los
detalles de estos enfrentamientos nobiliarios se pueden consultar en la obra
del cronista Pedro de Alcocer, publicada en 1872, titulada: Relación de algunas cosas que pasaron en estos reinos desde que murió
la Reina Católica doña Isabel hasta que acabaron las Comunidades en la ciudad
de Toledo. Sevilla, Imprenta de Rafael Tarascó.
[45] PÉREZ SAMPER, M. A.(2004)
Isabel la Católica. Barcelona. Plaza Janés ,p 238 y ss.
[46] En las Cortes de Toledo de 1480 los Reyes Católicos lo dotaron de mayor entidad jurídica e institucional,
así como regularon la naturaleza de la composición de sus miembros: un
presidente (eclesiástico), dos o tres nobles y ocho o nueve letrados. Tras esta
reforma el Consejo quedó muy vinculado a la voluntad real.
[47] SUAREZ, L. J (1980). Judíos españoles en la Edad Media,
Madrid, pp. 263-264. AMADOR DE LOS RIOS,J.(1861); Cortes
de los antiguos reinos de León y Castilla, IV, Madrid, 1861-2, pp.
149-15.
[48]
SOBREQUÉS, S. La España de los Reyes Católicos (en Historia de España y América
social y económica. TII, dirigida por Vicens Vives pág, 360) : “La extensión
territorial de la Corona castellana, es decir, ambas Castillas, León, Galicia,
Asturias, el País vasco, Extremadura, Murcia y los señoríos de Sevilla, Córdoba
y Jaén, era de unos 335.000 kms cuadrados, más del triple de los estados
españoles de la llamada Corona de Aragón.”